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Canal Diocesano - Popular TV

Radio Santa María de Toledo "PAN DE VIDA"

Pueden escuchar el programa de radio "Pan de Vida" del Arzobispado de Toledo, España. Programa dedicado a fomentar la Adoración Eucaristica perpetua en la Diócesis de Toledo desde que se inició en el año 2005. Lo interesante de este programa es que durante la primera media hora son testimonios de personas que participan en la adoración y cómo les ha cambiado la vida. En la segunda parte D. Jesús, sacerdote y rector de la Capilla, aclara dudas que le surge a la gente, con sencillez y fiel a la doctrina. El Horario (ESPAÑA) Jueves 20 a 21 horas-- Viernes 1 a 2 horas-- Sábado 0 a 1 horas-- Domingo 9 a 10 horas

jueves, 25 de noviembre de 2010

TOLEDO LUX 2010 -



El Greco http://www.olmosfotografia.es
Lugar: San Juan de los Reyes
PAISAJE PERDIDO, PAISAJE ENCONTRADO
Las Tres Culturas se encuentran sobre el lienzo de San Juan de los Reyes.
Temas musicales:"Adios Toledo".
Autores/Arreglistas: Fernando Jiménez, Óscar Sanz y Javier Coble.
Letra: Manuel Coronado /
Voz: María Coronado /
Coros: Mª Jose Acevedo.
Productor: Raúl Rusler"El Fuego"
Compositor: Mateo Flecha "El Viejo"
Arreglistas: Fernando Jiménez, Óscar Sanz y Javier Coble.
Fechas: los viernes y sabado 09-10/07/10 y 16-17/07/10
Horario 22:30, 23:30, 00:30 y 01:30 horas
Un espectáculo creado y dirigido por Manuel Coronado.
Dirección artística: Fernando Rivera.
Iluminación: Juanjo Llorens.
Grabación del audio: Estudios PeakLand.
Una producción: AIRA MULTIMEDIA SL

martes, 23 de noviembre de 2010

I ADVIENTO

Oración del Primer domingo de Adviento

Encendemos, Señor, esta luz para salir, en la noche, al encuentro del amigo que ya viene. En esta primera semana del Adviento queremos levantarnos para esperarte preparados, para recibirte con alegría.
Muchas sombras nos envuelven. Muchos halagos nos adormecen. Queremos estar despiertos y vigilantes, porque tú nos traes la luz más clara, la paz más profunda y la alegría más verdadera. ¡Ven, Señor Jesús!.


Domingo de la Semana 1ª del Tiempo de Adviento. Ciclo A
« Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor»

Lectura del profeta Isaías 2, 1- 5

«Lo que vio Isaías, hijo de Amós, tocante a Judá y Jerusalén. Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yahveh será asentado en la cima de los montes y se alzará por encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones, y acudirán pueblos numerosos. Dirán: "Venid, subamos al monte de Yahveh, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos sus senderos". Pues de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén la palabra de Yahveh. Juzgará entre las gentes, será árbitro de pueblos numerosos. Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra. Casa de Jacob, andando, y vayamos, caminemos a la luz de Yahveh.»

Lectura de la carta de San Pablo a los Romanos 13,11-14a

«Y esto, teniendo en cuenta el momento en que vivimos. Porque es ya hora de levantaros del sueño; que la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada. El día se avecina. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. Como en pleno día, procedamos con decoro: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. 14Revestíos más bien del Señor Jesucristo.»

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 24,37- 44

«"Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre. Porque como en los días que precedieron al diluvio, comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca, y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos, así será también la venida del Hijo del hombre. Entonces, estarán dos en el campo: uno es tomado, el otro dejado; dos mujeres moliendo en el molino: una es tomada, la otra dejada. "Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no permitiría que le horadasen su casa. Por eso, también vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre.»

Pautas para la reflexión personal

El vínculo entre las lecturas

Hay que salir al encuentro del Señor que se acerca y hay que hacerlo estando preparados para ese momento. Este es el punto central que unifica las lecturas de este primer Domingo de Adviento. El Señor volverá, esto es una certeza que proviene de las mismas palabras de Jesús que leemos en el Evangelio. Sin embargo, no conocemos ni la hora ni el día de su llegada, por eso la actitud propia del cristiano es la de una amorosa vigilancia (Evangelio).

Más aún, ante el Señor que se avecina hay que salir a su encuentro llenos de entusiasmo, hay que despertarse del sueño, sacudirse de la modorra y ver que el día está por despuntar. Así como al amanecer todo se despierta y se llena de nueva esperanza, así la vida del cristiano es un continuo renacer a una nueva vida en la luz (Segunda Lectura). La visión del profeta Isaías (Primera Lectura) resume espléndidamente la actitud propia para este Adviento: estamos invitados a salir al encuentro del Señor que nos instruye en sus caminos. Salir iluminados por la luz que irradia el amor de Dios por cada uno de nosotros los hombres.

Un nuevo Año Litúrgico

La Iglesia celebra hoy el primer Domingo de Adviento, con el cual comienza un nuevo Año Litúrgico. Esto no debe ser para un cristiano un mero dato cultural o una información ajena a su vida concreta. Un cristiano podría, tal vez, ignorar que estamos en el mes de noviembre o que estamos en primavera, pero no puede ignorar que estamos en el tiempo litúrgico del Adviento. El tiempo litúrgico consiste en hacer presente «ahora» el misterio de Cristo en sus distintos aspectos. Es, por tanto, el tiempo concreto, el tiempo real, es el tiempo que acoge en sí la eternidad, pues «Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre» (Hb 13,8). En la revelación bíblica se considera que el correr del tiempo tiene un origen sagrado; de lo contrario sería puramente efímero. Ignorar esta dimensión del tiempo es un signo más del secularismo que nos envuelve. En efecto, en su relación con el tiempo, el secularismo[1] es la mentalidad que prescinde de la eternidad.

Para comprender cuál es el aspecto del misterio de Cristo que celebra el Adviento, conviene saber el origen de esta palabra. La palabra «Adviento» es una adaptación a nuestro idioma de la palabra latina «adventus» que significa «venida». En este tiempo se celebra entonces la «venida de Cristo». Pero la «venida» de Cristo es doble. Entre una y otra se desarrolla la historia presente. Una antigua catequesis de San Cirilo de Jerusalén (siglo IV) explica: «Os anunciamos la venida de Cristo; pero no una sola, sino también una segunda, que será mucho más gloriosa que la primera. Aquella se realizó en el sufrimiento; ésta traerá la corona del Reino de Dios. Doble es la venida de Cristo: una fue oculta, como el rocío en el vellón de lana; la otra, futura, será manifiesta. En la primera venida fue envuelto en pañales y recostado en un pesebre; en la segunda aparecerá revestido de luz. En la primera sufrió la cruz y no rehuyó la ignominia; en la segunda vendrá escoltado por un ejército de ángeles y lleno de gloria. Por tanto, no detenemos nuestra atención solamente en la primera venida, sino que esperamos ansiosos la segunda».

Caminando hacia la Casa de Dios...

La visión del Profeta Isaías[2] nos presenta en la plenitud de los tiempos mesiánicos («al final de los días») a Jerusalén como el centro religioso al cual atraerá el Señor a todas las naciones. Todos los pueblos, todos los hombres serán invitados a subir al monte del Señor, a la casa de Dios. Es difícil imaginar una esperanza mesiánica en medio de épocas tan adversas como la del profeta Isaías, sin embargo la Palabra de Dios es eficaz y nunca defrauda.

Dios, fiel a sus promesas, será quien nos instruirá por sus caminos y a una época de guerra y desazón, sucederá una época de paz y concordia. Al final de los tiempos el Señor reinará como soberano, Rey de Universo. Al final de los tiempos vencerá el bien sobre el mal; el amor sobre el odio; la luz sobre las tinieblas. Dios mismo será el árbitro y juez de las naciones. Maravillosa visión del futuro que nos debe de llenar de esperanza rumbo a la Casa del Padre.

¿De qué manera debemos de ir al encuentro del Señor?

Sin duda no se puede caminar de cualquier modo cuando hacia Dios se va. No se puede seguir un camino distraído cuando al final del sendero se nos juzgará sobre el amor. El Salmo responsorial (Sal 121) expresa adecuadamente los sentimientos del pueblo que va al encuentro del Señor: «¡Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor!». Nuestro caminar, pues, será un caminar en la luz, un caminar en el que nos revestimos de las armas de la luz. La antítesis luz-tinieblas es una metáfora común en el Antiguo Testamento: las tinieblas son el símbolo de la incontinencia, de la debilidad de alma, de la falta de esperanza; el día, por el contrario, simboliza la toma de conciencia, la posibilidad de avanzar y el inicio de una nueva situación que vendrá a culminar en el éxito. Caminar en la luz es caminar en la nueva vida que nos ofrece el Señor por la redención de nuestros pecados.

«El día se avecina» nos dice San Pablo en su carta a los romanos escrita en el año 57 después de haber realizado sus tres grandes viajes misioneros y preparando su primera visita a la ciudad de Roma. La misma certeza que tiene el vigía nocturno de que el día llegará, la tiene el cristiano de que el Señor volverá y no tardará. Cada momento que pasa nos acerca más al encuentro con «el sol de justicia», con la luz indefectible, con «el día que no conoce ocaso».

Es decir, cada vez estamos más cerca de la salvación. La vigilia que nos corresponde es una vigilia llena de esperanza, no de temores y angustias, no de desesperación y desconcierto; sino la vigilia de la laboriosidad como Noé en su tiempo; la vigilia de la fortaleza de ánimo en medio de las dificultades del mundo. El verdadero peligro no se encuentra en las dificultades y tentaciones de este mundo, sino en el vivir como si el Señor no hubiese de venir, como si la eternidad fuese un sueño, una quimera, una ilusión. Es decir, olvidarnos de Dios...

¡Estad preparados!

El Evangelio de hoy repite como un estribillo: «Así será la venida del Hijo del hombre» y las imágenes que usa nos invitan a estar alertas y preparados. Jesús ilustra este aspecto de su venida con dos imágenes: será como el diluvio en tiempos de Noé, que vino sin que nadie se diera cuenta y los arrastró a todos; será como el ladrón nocturno que viene cuando nadie sabe. Estas comparaciones podrían sugerir un acontecimiento terrible, como fue el diluvio, o un hecho poco grato, como sería la visita de un ladrón. El objetivo de estas imágenes es doble. En primer lugar se trata de ilustrar lo «imprevisto» de la venida de Cristo y mover a la vigilancia. No hay que tener la actitud de los que despreocupados, comen, beben y toman mujer o marido, pues a éstos los cogerá cuando menos lo esperan. Por eso concluye Jesús: «Estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre».

Pero también es cierto que la venida de Cristo operará una división: habrá una gran diferencia entre los que se encuentren vigilantes y los que sean sorprendidos despreocupados. Para los primeros la venida de Cristo colmará sus anhelos de unión con Dios, para éstos será la salvación definitiva, será un acontecimiento gozoso: éstos son los que están continuamente diciendo: «Ven, Señor Jesús».

En cambio, para los que comen, beben, se divierten y gozan de este mundo la venida de Cristo será terrible como fue el diluvio para los del tiempo de Noé o como es la visita nocturna de ladrón. Esta diferencia es la que expresa Jesús cuando advierte: «Dos estarán en el campo: uno será tomado, el otro dejado; dos mujeres estarán moliendo en el molino: una será tomada, la otra dejada».

Esta primera parte del Adviento nos invita a vivir siempre en la certeza de que para cada uno de nosotros la venida de Cristo ocurrirá en el espacio de su vida y a esperarlo vigilantes, pero al mismo tiempo alegres, según la exhortación de San Pablo: «Estad siempre alegres en el Señor: os lo repito, estad alegres... ¡El Señor está cerca!» (Flp 4,4-5).

Una palabra del Santo Padre:

«Por este motivo, el estribillo «Vaya¬mos jubilosos al encuentro del Señor» resulta tan adecuado. Nosotros pode¬mos encontrar a Dios, porque él ha ve¬nido a nuestro encuentro. Lo ha hecho, como el padre de la parábola del hijo pródigo (cf. Lc 15, 11 32), porque es ri-co en misericordia, dives in misericor¬dia, y quiere salir a nuestro encuentro sin importarle de qué parte venimos o a dónde lleva nuestro camino. Dios viene a nuestro encuentro, tanto si lo hemos buscado como si lo hemos ignorado, e incluso si lo hemos evitado. El sale el primero a nuestro encuentro, con los brazos abiertos, como un padre amoro¬so y misericordioso.

Si Dios se pone en movimiento para salir a nuestro encuentro, ¿podremos nosotros volverle la espalda? Pero no podemos ir solos al encuentro con el Pa¬dre. Debemos ir en compañía de cuan¬tos forman parte de «la familia de Dios». Para preparamos convenientemente al jubileo debemos disponernos a acoger a todas las personas. Todos son nuestros hermanos y hermanas, porque son hijos del mismo Padre celestial».

Juan Pablo II. Homilía del primer Domingo de Adviento, 29 de noviembre de 1998.

Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana

1. Decía Carlos Manrique cuando compuso unas "Coplas" a la muerte de su padre: «Esta vida es el camino, para el otro que es morada sin pesar. Mas cumple tener buen tino para andar esta jornada sin errar». Hagamos un buen examen de conciencia sobre “nuestro andar” al inicio de nuestro Adviento.

2. ¿Cómo puedo estar realmente bien preparado? Jesús mismo nos responde: «Están preparados los que cumplen la voluntad de mi Pa¬dre». Así lo declaró solemnemente en la conclusión del sermón de la montaña: «No todo el que me diga: 'Señor, Señor', entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial» (Mt 7,21). ¿Busco cumplir el Plan de Dios en mi vida y en los miembros de mi familia?

3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 1817- 1821. 2849.


[1] Secular: del latín saeculum: siglo, que de un tiempo (cien años) pasa a significar el espíritu de una época. Consiste en la emancipación de la tutela religiosa frente a las realidades terrenas. La legítima autonomía de lo temporal se llama secularización, en cambio la ruptura con lo religioso se llama secularismo.
[2] Isaías vivió en Jerusalén en el siglo VIII a.C. Su libro, considerado uno de los más grandes del Antiguo Testamento, describe con gran vigor el poder de Dios y su mensaje de esperanza para el pueblo. Los primeros capítulos (del 1 al 39) pertenecen al período en el que el reino de Judá (al sur) se hallaba bajo la amenaza de Asiria. Isaías advierte a sus habitantes que el verdadero peligro para la nación era su propio pecado y su desobediencia a Dios. Isaías hace un llamamiento apremiante para que regresen a Dios y obren rectamente. Si no responden vendrá la destrucción.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Cristo Rey

Lectio: Domingo, 21 Noviembre, 2010

Jesús es el rey de los Judíos
Rey diferente de los reyes de la tierra

Lucas 23,35-43

Oración inicial

Shadai, Dios de la montaña,
que haces de nuestra frágil vida
la roca de tu morada,
conduce nuestra mente
a golpear la roca del desierto,
para que brote el agua para nuestra sed.
La pobreza de nuestro sentir
nos cubra como un manto en la oscuridad de la noche
y abra el corazón para acoger el eco del Silencio
para que el alba
envolviéndonos en la nueva luz matutina
nos lleve
con las cenizas consumadas por el fuego de los pastores del Absoluto
que han vigilado por nosotros junto al Divino Maestro,
el sabor de la santa memoria.

1. LECTIO

a) El texto:

35 Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: «Ha salvado a otros; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido.» 36 También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre 37 y le decían: «Si tú eres el rey de los judíos, ¡sálvate!» 38 Había encima de él una inscripción: «Este es el rey de los judíos.»
39 Uno de los malhechores colgados le insultaba: « ¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!» 40 Pero el otro le increpó: « ¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? 41 Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio éste nada malo ha hecho.» 42 Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino.» 43Jesús le dijo: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso.»

b) Momento de silencio:

Dejamos que la voz del Verbo resuene en nosotros.



2) MEDITATIO

a) Preguntas:

- El pueblo observaba. ¿Por qué no tomas nunca una postura ante los acontecimientos? Todo lo que has vivido, escuchado, visto… no puedes echarlo a perder porque algo se interpone por el camino y parece oscurecerlo todo. ¡Muovete!
- «Si eres el rey de los Judíos sálvate a ti mismo». ¡Cuántos chantajes con Dios en la oración! Si eres Dios, ¿por qué no intervienes? Hay tantos inocentes que sufren… si me quieres, hazme lo que te digo e yo creo… ¿Cuándo dejarás de tratar con el Señor como si tú supieras más que El lo que es bueno y lo que no lo es?
- Jesús, acuérdate de mí. ¿Cuándo verás en Cristo, el único HOY que te da vida?

b) Llave de Lectura:

Solemnidad de Cristo, Rey del universo. Uno se esperaría un pasaje del Evangelio de entre los más luminosos, y sin embargo nos encontramos ante un pasaje de entre los menos claros. … El estupor de lo no esperado, es la sensación más apta para entrar en el corazón de la fiesta de hoy, el estupor de aquel que sabe que no puede entender las infinidades del misterio del Hijo de Dios.

v. 35. Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: «Ha salvado a otros; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido. Alrededor de la cruz se agrupan todos aquellos que han encontrado a Jesús en los tres años de su vida pública. Y aquí, frente a una Palabra clavada sobre el madero, se desvelan los secretos de los corazones. El pueblo que había escuchado y seguido al rabino de Galilea, que había visto los milagros y los prodigios, estaba allí sentado mirando: la perplejidad en las caras, mil preguntas en el corazón, la decepción y la percepción de que todo acaba allí. Los jefes hacen muecas y mientras dicen la verdad sobre la persona de Jesús: el Cristo de Dios, su elegido. Ignoran la lógica de Dios aún siendo fieles observadores de la ley hebraica. Esta invitación que encierra tanto desprecio: Que se salve a si mismo… narra el final recóndito de todas sus acciones: la salvación se conquista de por sí, observando los mandamientos de Dios.

vv. 36-37. También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre 37 y le decían: «Si tú eres el rey de los judíos, ¡sálvate!»Los soldados que no tienen nada que perder en el campo religioso infieren sobre él. ¿Qué tienen en común con aquel hombre? ¿Qué han recibido de él? Nada. La posibilidad de ejercer, aunque sea por poco tiempo, el poder sobre alguien que no es posible dejar caer. El poder de la detención se enlaza con la maldad y se arrogan el derecho de la reírse de él. El otro, indefenso, se convierte en objeto de su propio goce.

v. 38. Había encima de él una inscripción: «Este es el rey de los judíos.» Realmente una burla la pequeña tabla de su culpa: Jesús es el culpable de ser el rey de los judíos. Una culpa que en realidad no lo es. A pesar de que los jefes hayan tratado de aplastar la regalidad de Cristo como han podio, la verdad se inscribe sola: Este es el rey de los Judíos. Este, y no otro. Una regalidad que atraviesa los siglos y que pide a las miradas de los transeúntes que se detengan con el pensamiento sobre la novedad del evangelio. El hombre necesita de alguien que lo gobierne, y este alguien no puede ser que un hombre colgado de una cruz por amor, capaz de permanecer sobre el madero de la condena para dejarse encontrar vivo en la aurora del octavo día. Un rey sin cetro, un rey capaz de ser considerado por todos como un malhechor con tal de no renegar su amor por el hombre.

v. 39. Uno de los malhechores colgados le insultaba: « ¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!» En la cruz se puede estar por motivos diferente, como también por motivos distintos uno puede estar con Cristo. La proximidad con la cruz divide o acerca. Uno de los dos vecinos de Cristo, le insulta, le provoca, se ríe de él. A la salvación se la invoca como huida de la cruz. Una salvación estéril, sin vida, ya muerta en sí. Jesús está clavado en la cruz, este malhechor está colgado. Jesús es todo uno con el madero, porque la cruz es para él el rollo del libro que se abre para narrar los prodigios de la vida divina entregada sin condiciones. El otro está colgado como un fruto marchitado a causa del mal, y pronto a ser tirado.

v. 40. Pero el otro le increpó: « ¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? El otro, al estar cerca de Jesús, vuelve a adquirir el santo temor y hace discernimiento. Quien vive al lado de Cristo puede reprochar a quien está a dos pasos de la vida y no la ve, sigue gastándola hasta el final. Todo tiene un límite, y en este caso el límite no lo fija el Cristo que está allí, sino su compañero. Cristo no responde, responde el otro en su lugar, reconociendo sus responsabilidades y ayudando al otro para que lea el momento presente como una oportunidad de salvación.

v. 41. Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio éste nada malo ha hecho.» El mal lleva a la cruz, la serpiente había guiado al fruto prohibido colgado del madero. ¿Pero qué cruz? La cruz de la propia “recompensa” o la cruz del fruto bueno. Cristo es el fruto que cada hombre o mujer puede coger del árbol de la vida que está en medio del jardín del mundo, el justo que no cometió algún mal, y que sólo supo amar re usque ad finem.

v. 42. Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino Una vida que llega a su plenitud y se encierra en una invocación increíblemente densa de significado. Un hombre, pecador, conciente de su pecado y de la justa condena, acoge el misterio de la cruz. A los pies de aquel trono de gloria pide ser recordado en el reino de Cristo. Ve a un inocente crucificado y reconoce y ve más allá de lo que aparece, la vida del reino eterno. ¡Qué reconocimiento! Los ojos de quien ha sabido en un instante captar la Vida que iba pasando y que transmitía un mensaje de salvación, aunque de forma sobrecogedora. Aquel reo de muerte, objeto de insultos y de escarnios por los que habían tenido la posibilidad de conocerle más de cerca y más largamente, acoge a su primer súbdito, su primera conquista. Maldito aquel que cuelga del madero, dice la Escritura. El maldito inocente se convierte en bendición para quien merece la condenación. Un tribunal político y terrenal como el de Pilatos, un tribunal divino como el de la cruz, donde el condenado se salva gracias al Cordero inocente que se consume de amor.

v. 43. Jesús le dijo: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso.» Hoy. La palabra única y desbordante de la vida nueva del evangelio. Hoy. La salvación se cumple, no hay que esperar a otro Mesías que salve al pueblo de sus pecados. Hoy. La salvación está aquí, en la cruz. Cristo no entra solo en su reino, lleva consigo al primero de los salvados. Misma humanidad, mismo juicio, misma suerte, misma victoria. No es celoso Jesús de sus prerrogativas filiales, inmediatamente ha quitado de la lejanía de Dios y de la muerte a cuantos estaban a punto de sucumbir. Reino estupendo aquel que se inaugura sobre el Gólgota…. Alguien ha dicho que el buen ladrón ha hecho el último robo de su vida, ha robado la salvación… ¡Y sea! ¡Para sonreír de quienes trafican las cosas de Dios! Cuanta verdad, por el contrario, contemplando el don que Cristo hace a su compañero de cruz. ¡Ningún robo! ¡Todo es don: la presencia de Dios no se regatea! Y menos aún el estar siempre con él. Es la fe que abre las portas del reino al buen ladrón. Bueno porque ha sabido dar el justo nombre a lo que había sido su existencia y ha visto en Cristo al Salvador. ¿El otro era malo? Ni más ni menos que el otro, quizás, pero se quedó más acá de la fe: buscaba al Dios fuerte y potente, al Señor potente en la batalla, a un Dios que pone las cosas en su sitio y no ha sabido reconocerle en los ojos de Cristo, se ha quedado en su impotencia.

c) Reflexión:

Cristo muere en la cruz. No está solo. Está rodeado de gente, de las personas más extrañas, personas hostiles que vierten sobre él sus responsabilidades de incomprensión, personas indiferentes que no se implican de no ser por interés personal, personas que no entienden todavía, pero que quizás están mejor dispuestas a dejarse interrogar ya que no tienen nada más que perder, como uno de los dos malhechores. Si la muerte es una caída en la nada, entonces el tiempo humano se colorea de esperanza, y el espacio de la finitud se abre camino al mañana, a la aurora nueva de la Resurrección: Yo soy el camino, la verdad y la vida … ¡Qué verdad está encerrada este día en estas solemnes palabras de Jesús! Son palabras que iluminan la oscuridad de la muerte. El camino no se detiene, la verdad no se apaga, la vida no muere. En ese Yo soyestá encerrada la regalidad de Cristo. Se camina hacia una meta, y el alcanzarla no puede ser perderla… Yo soy el camino… Se vive de la verdad, y la verdad no es un objeto, sino algo que existe: “La verdad es el esplendor de la realidad – dice Simone Weil – y desear la verdad es desear un contacto directo con la realidad para amarla”. Yo soy la verdad… Nadie quiere morir, uno se siente alejado con la fuerza de algo que nos pertenece: la vida, y entonces, si la muerte no es para nosotros, no puede agarrarnos para sí… Yo soy la vida … Jesús lo ha dicho: “Quien quiere salvar su vida, la pierde, pero aquel que pierde su vida por mi causa, la encontrará”. Hay contradicciones en los términos, o ¿más bien secretos ocultos que hay que desvelar? ¿Quitamos el velo a lo que vemos para gozar de lo que no vemos? Cristo en la cruz es objeto de la atención de todos. Muchos lo piensan, o hasta están a su lado. Pero no basta. La cercanía que salva no es la de quienes están allí para reírse o insultar, la cercanía que salva es la de aquel que pide humildemente ser recordado no en el tiempo fugaz, sino en el reino eterno.



3. ORATIO

Salmo 145

Te ensalzaré, Dios mío, mi Rey,
bendeciré tu nombre por siempre;
todos los días te bendeciré,
alabaré tu nombre por siempre.

Grande es Yahvé, muy digno de alabanza,
su grandeza carece de límites.
Una edad a otra encomiará tus obras,
pregonará tus hechos portentosos.

El esplendor, la gloria de tu majestad,
el relato de tus maravillas recitaré.
Del poder de tus portentos se hablará,
y yo tus grandezas contaré;
se recordará tu inmensa bondad,
se aclamará tu justicia.

Es Yahvé clemente y compasivo,
tardo a la cólera y grande en amor;
bueno es Yahvé para con todos,
tierno con todas sus criaturas.

Alábente, Yahvé, tus criaturas,
bendígante tus fieles;
cuenten la gloria de tu reinado,
narren tus proezas,
explicando tus proezas a los hombres,
el esplendor y la gloria de tu reinado.

Tu reinado es un reinado por los siglos,
tu gobierno, de edad en edad.
Fiel es Yahvé en todo lo que dice,
amoroso en todo lo que hace.

Yahvé sostiene a los que caen,
endereza a todos los encorvados.
Los ojos de todos te miran esperando;
tú les das a su tiempo el alimento.

Tú abres la mano y sacias
de bienes a todo viviente.
Yahvé es justo cuando actúa,
amoroso en todas sus obras.

Cerca está Yahvé de los que lo invocan,
de todos los que lo invocan con sinceridad.
Cumple los deseos de sus leales,
escucha su clamor y los libera.

Yahvé guarda a cuantos le aman,
y extermina a todos los malvados.
¡Que mi boca alabe a Yahvé,
que bendigan los vivientes su nombre
sacrosanto para siempre jamás!



4. CONTEMPLATIO

Señor, me parece extraño darte el nombre de rey. No es fácil acercarse a un rey… Mientras que hoy veo que estás sentado a mi lado, en el hoyo de mi pecado, aquí donde nunca hubiera pensado encontrarte. Los reyes están en los palacios, lejos de las vicisitudes de la pobre gente. Tú, por el contrario, vives tu señorío vistiendo trapos consumidos por nuestra pobreza. !Qué fiesta para mí verte aquí donde me he ido a esconder para no sentir sobre mí las miradas indiscretas del juicio humano. Al borde de mis fracasos ¿a quién he encontrado de no ser a ti? El único que podría reprocharme mis incoherencias me viene a buscar para sostener mi angustia y mi humillación. !Cuánta ilusión cuando pensamos en tener que ir a ti sólo cuando hemos alcanzado la perfección…! Se me ocurriría pensar que a ti no te gusta lo que soy, pero quizás no es exactamente así: a mi no me gusta como soy, pero a ti te gusto de cualquier manera, porque tu amor e salgo especial que respeta todo de mí y hace de todos mis instantes, un espacio de encuentro y de don. ¡Señor, enséñame a no bajar de la cruz con la pretensión absurda de salvarme a mi mismo! Hazme la gracia de saber esperar, a tu lado, el hoy de tu Reino en mi vida.

viernes, 19 de noviembre de 2010

CASA DE ORACIÓN

Ustedes han convertido la casa de Dios en cueva de ladrones
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 19, 45-48
Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles:
"Escrito está : Mi casa es casa de oración; pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones".
Jesús enseñaba todos los días en el templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los jefes del pueblo intentaban matarlo; pero no encontraban cómo hacerlo, porque el pueblo entero estaba pendiente de su palabra.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor, Jesús.

CASA DE ORACIóN

— Jesús expulsa a los mercaderes del Templo.
— El templo, lugar de oración.
— El culto verdadero.

I. Una de las lecturas previstas para la Misa de hoy1 nos narra un pasaje del Libro de los Macabeos, cuando Judas y sus hermanos, después de vencer a los enemigos, decidieron purificar y renovar el santuario del Señor, que había sido profanado por los gentiles y por quienes no habían permanecido fieles a la fe de sus mayores. Allí se dirigieron llenos de alegría, con cánticos, con arpas, con liras y con címbalos. Y se postró todo el pueblo sobre sus rostros, y adoraron y bendijeron a Dios. Celebraron durante ocho días la dedicación del altar y ofrecieron con gran júbilo holocaustos y sacrificios de acción de gracias y de alabanza. Adornaron la fachada del Templo con coronas de oro y con escudos, y dedicaron las puertas y las cámaras de los ministros. Y hubo muy grande alegría en el pueblo, y fue quitado el oprobio de las gentes. Judas Macabeo determinó que se celebrase ese día cada año con gran solemnidad. El Pueblo de Dios, después de tantos años de oprobio, manifestó su piedad y su amor a su Dios, con un júbilo desbordante.
El Evangelio de la Misa2 nos muestra a Jesús santamente indignado al ver la situación en que se encontraba el Templo, de tal manera que expulsó de allí a los que vendían y compraban. En el Éxodo3 Moisés ya había dispuesto que ningún israelita se presentase en el Templo sin nada que ofrecer. Para facilitar el cumplimiento de esta disposición a los que venían de lejos, se había habilitado en los atrios del Templo un servicio de compra-venta de animales para ser sacrificados, y terminó siendo un verdadero mercado de ganado para el sacrificio. Lo que en un principio pudo ser tolerable y hasta conveniente, había degenerado de tal modo que la intención religiosa del principio se había subordinado a los beneficios económicos de aquellos comerciantes, que quizá eran los mismos servidores del Templo. Este llegó a parecer más una feria de ganado que un lugar de encuentro con Dios4.
El Señor, movido por el celo de la casa de su Padre5, por una piedad que nacía de lo más hondo de su Corazón, no pudo soportar aquel deplorable espectáculo y los arrojó a todos de allí con sus mesas y sus ganados. Jesús subraya la finalidad del Templo con un texto de Isaías bien conocido por todos6: Mi casa será casa de oración. Y añadió: pero vosotros habéis hecho de ella una cueva de ladrones. Quiso el Señor inculcar a todos cuál debía ser el respeto y la compostura que se debía manifestar en el Templo por su carácter sagrado. ¡Cómo habrá de ser nuestro respeto y devoción en el templo cristiano –en las iglesias–, donde se celebra el sacrificio eucarístico y donde Jesucristo, Dios y Hombre, está realmente presente en el Sagrario! “Hay una urbanidad de la piedad. —Apréndela. —Dan pena esos hombres “piadosos”, que no saben asistir a Misa –aunque la oigan a diario–, ni santiguarse –hacen unos raros garabatos, llenos de precipitación–, ni hincar la rodilla ante el Sagrario –sus genuflexiones ridículas parecen una burla–, ni inclinar reverentemente la cabeza ante una imagen de la Señora”7.
II. Mi casa será casa de oración. ¡Qué claridad tiene la expresión que designa el templo como la casa de Dios! Como tal hemos de tenerla. A ella hemos de acudir con amor, con alegría y también con un gran respeto, como conviene al lugar donde está, ¡esperándonos!, el mismo Dios.
Con frecuencia tenemos noticia o asistimos a actos y ceremonias de la vida política, académica, deportiva: una recepción, un desfile, unas Olimpiadas... Y se advierte enseguida que el protocolo y una cierta solemnidad no son superfluos. Estos detalles, a veces mínimos –las precedencias, el modo de vestir, el ritmo pausado de andar...– , entran por los ojos y dan al acto una buena parte de su valor y de su ser.
También entre las personas, el cariño se demuestra en pequeños pormenores, en atenciones y cuidados. La alianza que se regalan los futuros esposos u otras atenciones no son en sí mismas el amor, pero en ellas se manifiesta. Es el rito sencillo que el hombre necesita para expresar lo más íntimo de su ser. El hombre, que no es solo cuerpo ni solo alma, necesita también manifestar su fe en actos externos y sensibles, que expresen bien lo que lleva en su corazón. Cuando se ve a alguien, por ejemplo, hincar con devoción la rodilla ante el Sagrario es fácil pensar: tiene fe y ama a su Dios. Y este gesto de adoración, resultado de lo que se lleva en el corazón, ayuda a uno mismo y a otros a tener más fe y más amor. El Papa Juan Pablo II señala en este sentido la influencia que tuvo en él la piedad sencilla y sincera de su padre: “El mero hecho de verle arrodillarse –cuenta el Pontífice– tuvo una influencia decisiva en mis años de juventud”8.
El incienso, las inclinaciones y genuflexiones, el tono de voz adecuado en las ceremonias, la dignidad de la música sacra, de los ornamentos y objetos sagrados, el trato y decoro de estos elementos del culto, su limpieza y cuidado, han sido siempre la manifestación de un pueblo creyente. El mismo esplendor de los materiales litúrgicos facilita la comprensión de que se trata ante todo de un homenaje a Dios. Cuando se observa de cerca alguna de las custodias de la orfebrería de los siglos xvi y xvii se nota cómo casi siempre el arte se hace más rico y precioso conforme se acerca el lugar que ocupará la Hostia consagrada. A veces desciende a pormenores que apenas se notan a poca distancia: el arte mejor se ha puesto donde solo Dios –se diría– puede apreciarlo. Este cuidado hasta en lo más pequeño ayuda poderosamente a reconocer la presencia del propio Dios.
Al Señor tampoco le es indiferente el que vayamos a saludarle –¡lo primero!– al entrar en una iglesia, o el empeño por llegar puntuales a la Santa Misa –mejor unos minutos antes de que comience–, la genuflexión bien hecha delante de Él presente en el Sagrario, las posturas o el recogimiento que guardamos en su presencia... ¿Es para nosotros el templo el lugar donde damos culto a Dios, donde le encontramos con una presencia verdadera, real y substancial?
III. Gran parte de las prescripciones que el Señor comunicó a Moisés en el Sinaí tienden a fijar, hasta en sus detalles, la dignidad de todo lo que hacía referencia al culto. Así, señala cómo ha de construirse el tabernáculo, el arca, los utensilios, el altar, las vestiduras sacerdotales; cómo han de ser las víctimas que se ofrezcan; qué fiestas deben guardarse; qué tribu y qué personas han de ejercer las funciones sacerdotales...9.
Todas estas indicaciones muestran que las cosas sagradas están unidas de una manera especial a la Santidad divina; con ellas el Señor hace valer la plenitud de sus derechos. En aquel pueblo, tentado tan frecuentemente por los ritos paganos, Dios trató siempre de infundir un profundo respeto por lo sagrado. Jesucristo subrayó esa enseñanza con un espíritu nuevo. Precisamente el celo por la casa de Dios, por su honor y su gloria, constituye una enseñanza central del Mesías, que Cristo realiza al arrojar enérgicamente a los mercaderes del Templo; y en su predicación insistirá en el respeto con que deben tratarse los dones divinos, en ocasiones con palabras muy fuertes: no deis a los perros las casas santas, no echéis vuestras perlas a los cerdos10.
Hoy asistimos en muchos lugares a un ambiente de desacralización. En esas actitudes late una concepción atea de la persona, para la cual “el sentido religioso, que la naturaleza ha infundido en los hombres, ha de ser considerado como pura ficción o imaginación, y que debe, por tanto, arrancarse totalmente de los espíritus por ser contraria absolutamente al carácter de nuestra época y al progreso de la civilización”11. A la vez, vemos cómo crecen, incluso entre personas que se llaman cultas, las prácticas adivinatorias, el culto desordenado y enfermizo a la estadística, a la planificación...: la incredulidad sale por todas partes. Y es que, en lo íntimo de su conciencia, el hombre atisba la existencia de Alguien que rige el universo, y que no es alcanzable por la ciencia. “No tienen fe. —Pero tienen supersticiones”12.
La Iglesia nos recuerda que solo Dios es nuestro único Señor. Y ha querido determinar muchos detalles y formas del culto, que son expresión del honor debido a Dios y de un verdadero amor. No solo enseña que la Santa Misa es el centro de toda la Iglesia y de la vida de cada cristiano, y ha determinado su liturgia; ha querido, además, que nuestras iglesias sean verdaderas casas de oración. Ha dispuesto que los templos estén abiertos en las horas convenientes “para que los fieles puedan fácilmente orar ante el Santísimo Sacramento”13. Ha señalado14 lo que ha sido práctica constante a través de los siglos: el Sagrario ha de ser sólido, ha de estar en lugar destacado y a la vez recogido, para que los cristianos puedan honrar al Santísimo Sacramento también con culto privado. Ha de saberse, con signos claros, al entrar en un templo dónde está el Sagrario; por eso se prescribe el conopeo (el velo que ordinariamente debe cubrirlo), y que arda constantemente, en el altar del Sagrario, una lámpara de cera..., aunque estos detalles son en primer lugar manifestaciones de amor y de adoración a Jesucristo, realmente presente, y solo en segundo término señales indicadoras de su presencia. Todos los fieles, sacerdotes y laicos, hemos de ser “tan cuidadosos del culto y del honor divino, que puedan con razón llamarse celosos más que amantes... para que imiten al mismo Jesucristo, de quien son estas palabras: El celo de tu casa me consume (Jn 2, 17)”15.

1 Primera lectura. Año 1. 1 Mac 4, 36-37; 52-59. — 2 Lc 19, 45-48. — 3 Cfr. Ex 23, 15. — 4 Cfr. Sagrada Biblia, Santos Evangelios, EUNSA, Pamplona 1983, nota a Mt 21, 12-13. — 5 Cfr. Jn 2, 17. — 6 Is 56, 7. — 7 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 541. — 8 A. Frossard, No tengáis miedo, Plaza Janés, Barcelona 1982, pp. 12-13. — 9 Cfr. Ex 25, 1 ss. — 10 Mt 7, 6. — 11 Juan XXIII, Enc. Mater et Magistra, 15-V-1961, 214. — 12 San Josemaría Escrivá, o. c., n. 587. — 13 Pablo VI, Instr, Eucharisticum misterium, 25-V-1967. — 14 Ibídem. — 15 Catecismo Romano, III 2, n. 27.

jueves, 18 de noviembre de 2010

“EL PAPA DE LA PALABRA DE DIOS” BENEDICTO XVI


El jueves día 11 de Noviembre se ha presentado oficialmente la Exhortación Apostólica postsinodal sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia que lleva por título "VERBUM DOMINI". Es el fruto de los trabajos de la XII Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos, que se celebró en Roma del 5 al 26 de octubre de 2008.
El Documento subraya el deber de los cristianos de anunciar la Palabra de Dios en el mundo en el que viven y actúan. Un Capítulo de la Exhortación se detiene en analizar La misión de la Iglesia: anunciar la Palabra de Dios. En él se afirma que la Palabra nos compromete no sólo como destinatarios sino también como sus anunciadores. De hecho, todos los bautizados son responsables del anuncio de la Palabra de Dios de la cual proviene la misión de la Iglesia. La Iglesia está orientada al primer anuncio, ad gentes, a quienes todavía no conocen al Verbo, Palabra de Dios, pero también a quienes han sido bautizados pero no suficientemente evangelizados y necesitan una nueva evangelización para descubrir la Palabra de Dios. La credibilidad del anuncio de la buena nueva depende del testimonio de la vida cristiana.

De la necesidad de impulsar una Nueva Evangelización a través de la misión ad gentes, tal y como propone la Exhortación Verbum Domini, ha hablado el Papa Benedicto XVI con el iniciador del Camino Neocatecumenal, Kiko Argüello, en una audiencia privada, el día 12 de Noviembre. Son las Comunidades Neocatecumenales una de las realidades eclesiales que mejor han puesto de manifiesto la centralidad de la Palabra de Dios para la vida de los cristianos. De hecho, cada semana, se reúnen para celebrar la Palabra de Dios como lámpara para el camino y alimento necesario para discernir la voluntad de Dios en todos los asuntos de la existencia cristiana.
Uno de los grandes desafíos pastorales, hoy, en la Iglesia, es poner en manos de los fieles laicos la Escritura para que sea el pan que alimente sus vidas. Ya decía San
Jerónimo que “ignorar las Escrituras significa ignorar a Cristo”. En el fondo, el gran desconocimiento de la persona y el mensaje de Jesús, proviene, precisamente, del gran desconocimiento que la mayoría de los bautizados tienen de la Biblia como Palabra de Dios.

domingo, 14 de noviembre de 2010

El discurso de Jesús sobre el final de los tiempos

Domingo, 14 Noviembre, 2010
Lucas 21, 5-19


1. Oración inicial

Señor, tú que has creado el cielo, la tierra , el mar y cuanto en ellos hay, tú que por medio del Espíritu Santo por boca de nuestro padre David, tu siervo, dijiste:
¿Por qué braman las gentes y los pueblos meditan cosas vanas? Los reyes de la tierra han conspirado y los príncipes se han confederado contra el Señor y contra su Ungido; ...Extiende la mano para que se realicen curaciones, milagros y prodigios en el nombre de tu santo siervo Jesús (Act. 4,24-25.30)”. Llénanos de tu Espíritu como lo hiciste con los apóstoles después de esta plegaria, en los tiempos de prueba, para que también nosotros podamos anunciar la Palabra con franqueza y dar testimonio como profetas de esperanza.



2. Lectio

a) El contexto:

El pasaje se relaciona con el comienzo del discurso de Jesús sobre el final de los tiempos. El pasaje 21,5-35 es toda una unidad literaria. Jesús se encuentra en Jerusalén, en los atrios del Templo, se acerca la hora de su Pasión. Los Evangelios sinópticos (ver también Mt 24; Mc 13) hacen preceder al relato de la pasión, muerte y resurrección, el discurso llamado “escatológico”. La atención no va puesta sobre cada palabra, sino sobre el anuncio del acontecimiento total. La comunidad de Lucas ya tenía conocimiento de los sucesos relacionados con la destrucción de Jerusalén. El evangelista universaliza el mensaje y pone en evidencia el tiempo intermedio de la Iglesia en espera de la venida del Señor en la gloria. Lucas hace referencia al final de los tiempos en otras partes (12,35-48; 17,20-18,18).

b) Una posible división del texto:

Lucas 21, 5-7: introducción
Lucas 21, 8-9: advertencia inicial
Lucas 21, 10-11: las señales
Lucas 21, 12-17: los discípulos puestos en la prueba
Lucas 21, 18-19: protección y confianza

c) El texto:

5 Como algunos hablaban del Templo, de cómo estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, él dijo: 6 «De esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida.» 7 Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?»
8 Él dijo: «Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: `Yo soy' y `el tiempo está cerca'. No les sigáis. 9 Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas,pero el fin no es inmediato.» 10 Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. 11 Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas y grandes señales del cielo.
12 «Pero, antes de todo esto, os echarán mano y os perseguirán, os entregarán a las sinagogas y cárceles y os llevarán ante reyes y gobernadores por mi nombre; 13 esto os sucederá para que deis testimonio. 14 Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, 15 porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios.16 Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros. 17 Todos os odiarán por causa de mi nombre. 18 Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza.19 Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.



3. Momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nuestro corazón e iluminar nuestra vida.



4. Algunas preguntas

- ¿Qué sentimientos me embargan: angustia, espanto, seguridad, confianza, esperanza, duda...?
- ¿Dónde está la buena noticia en este discurso?
- ¿Amamos lo que esperamos y nos conformamos a sus exigencias?
- ¿Cómo reacciono en la pruebas de mi vida de fe?
- ¿Puedo hacer una conexión con los sucesos históricos actuales?
- ¿Qué puesto tiene Jesús hoy en la historia?



5. Meditatio

a) Una clave de lectura:

No nos dejemos arrastrar por las convulsiones exteriores, típicos del lenguaje apocalíptico, sino de los interiores, necesarios, que preanuncian y preparan el encuentro con el Señor. Aunque estamos conscientes que también hoy, en diversas partes del mundo se viven situaciones “apocalípticas”, es posible también una lectura personalizada, ciertamente no evasiva que dirige la atención sobre la responsabilidad personal. Lucas, respecto a los otros evangelistas, subraya que no ha llegado el final, que es necesario vivir la espera con empeño. Abramos los ojos sobre las tragedias de nuestro tiempo, no para ser profeta de desventuras, sino valerosos profetas de un nuevo orden basado en la justicia y la paz.

b) Comentario:

[5] Como algunos hablaban del templo, de cómo estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, él dijo: Probablemente Jesús se encuentra en los atrios del templo, considerado el sitio señalado para los dones votivos. Lucas no especifica quiénes son los oyentes, es dirigido a todos, universaliza el discurso escatológico. Este discurso puede referirse al final de los tiempos, pero también al final de cada persona, del propio tiempo de vida. En común está el encuentro definitivo con el Señor resucitado.

[6] “De esto que véis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra, que no sea destruida” Jesús introduce un lenguaje de desgracias (17,22; 19,43) y vuelve a repetir las admoniciones de los profetas con respecto al templo (Micheas 3,12: Jer 7,1-15; 26,1-19). Es también una consideración sobre la caducidad de toda realización humana, por más maravillosa que sea. La comunidad lucana ya conocía la destrucción de Jerusalén (año 70). Consideremos nuestra conducta con las cosas que perecen con el tiempo.

[7] Le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?”. Los oyentes están interesados sobre los sucesos trastornantes exteriores que caracterizan este acontecimiento. Jesús no responde a esta específica pregunta. El “cuándo” no lo coloca Lucas en relación con la destrucción de Jerusalén. Subraya que “ el fin no es inmediato” (versículo 9) y que “ antes de todo esto...” (v. 12) deberán acontecer otras cosas. Nos interroga sobre la relación entre los acontecimientos históricos y el cumplimiento de la historia de la salvación. Los tiempos del hombre y los tiempos de Dios.

[8] Él dijo: Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: «Yo soy» y «el tiempo está cerca». No les sigáis. Lucas, a diferencia de los otros evangelistas, añade la referencia al tiempo. La comunidad de los primeros cristianos está superando la fase de un regreso próximo del Señor y se prepara al tiempo intermedio de la Iglesia. Jesús recomienda no dejarse engañar o mejor, no ser seducidos por impostores. Hay dos tipos de falsos profetas: los que pretenden venir en nombre de Jesús diciendo “soy yo” o los que afirman que el tiempo ha llegado, que ya se conoce la fecha (10,11; 19,11).

[9] “Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato” También los acontecimientos bélicos, y hoy diremos, la acciones terroristas, no son principio del fin. Todo esto sucede, pero no es la señal del final (Dn 3,28). Lucas quiere prevenir la ilusión del final inminente de los tiempos con la consiguiente desilusión y abandono de la fe.

[10] Entonces les dijo: “Se levantará nación contra nación y reino contra reino,
[11] Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas y grandes señales del cielo”. La frase: “entonces les dijo” es una vuelta al discurso después de las advertencias iniciales. Estamos en pleno lenguaje apocalíptico que quiere decir revelación (Is 19,2; 2Cor 15,6) y ocultamiento o velación al mismo tiempo. Se usan imágenes tradicionales para describir la aceleración del cambio de la historia (Is 24,19-20; Zc 14,4-5; Ez 6,11-12, etc.). Lo imaginario catastrófico es como un telón que oculta la belleza del escenario que está detrás: la venida del Señor en la gloria (v.27).

[12] Pero, antes de todo esto, os echarán mano y os perseguirán, os entregarán a las sinagogas y cárceles y os llevarán ante reyes y gobernadores por mi nombre.
[13] Esto os sucederá para que déis testimonio. El cristiano está llamado a conformarse con Cristo. Me han perseguido a mí, también os perseguirán a vosotros. Lucas tiene presente la escena de Pablo delante del rey Agripa y del gobernador Festo (Act. 25,13-26,32). He ahí pues el momento de la prueba. No necesariamente bajo forma de persecución. Santa Teresa del Niño Jesús ha sufrido por 18 meses, desde el descubrimiento de su enfermedad, la ausencia de Dios. Un tiempo de purificación que prepara al encuentro. Es la condición normal del cristiano, la de vivir en una sana tensión, que no es frustración. Los cristianos están llamados a dar testimonio de la esperanza de la que están animados.

[14] Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa,
[15] yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Llega el momento de poner la confianza total en Dios, sólo Dios basta. Es aquella misma sabiduría con la que Esteban refutaba a sus adversarios (Act 6,10). Se le garantiza al creyente la capacidad de resistir a la persecución.

[16] Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros;
[17] Todos os odiarán por causa de mi nombre. Para recordar la protección divina asegurada en los momentos de prueba. Está garantizada también al creyente la custodia de su integridad física.

[19] Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas. La perseverancia (confer también: Act 11,23; 13,43; 14,22) es indispensable para producir fruto (8,15), en las pruebas cotidianas y en las persecuciones. Quiere decir el “permanecer” en Cristo del que habla Juan. La victoria final es cierta: el reino de Dios será instaurado por el Hijo del hombre. Es necesario ahora ser perseverantes, vigilantes y en oración (v.36 y 12,35-38). El estilo de vida del cristiano debe convertirse en signo del futuro que vendrá.



6. Oratio: Salmo 98

Cantad al Señor un cántico nuevo

¡Aclama a Yahvé, tierra entera,
gritad alegres, gozosos, cantad!
Tañed a Yahvé con la cítara,
con la cítara al son de instrumentos;
al son de trompetas y del cuerno
aclamad ante el rey Yahvé.
Brame el mar y cuanto encierra,
el mundo y cuantos lo habitan,
aplaudan los ríos,
aclamen los montes,
ante Yahvé, que llega,
que llega a juzgar la tierra.
Juzgará el mundo con justicia,
a los pueblos con equidad.



7. Contemplatio

Dios bueno, cuyo reino es todo amor y paz, crea tú mismo en nuestra alma aquel silencio que te es necesario para comunicarte con ella.
Obrar tranquilo, deseo sin pasión, celo sin agitación: todo esto no puede provenir sino de ti, sabiduría eterna, actividad infinita, reposo inalterable, principio y modelo de la verdadera paz.
Tú nos ha prometido esta paz por boca de los profetas, la has hecho llegar por medio de Jesucristo, y se nos ha dado la garantía con la efusión de tu Espíritu.
No permita que la envidia del enemigo, la turbación de las pasiones, los escrúpulos de la conciencia, nos hagan perder este don celestial, que es la prenda de tu amor, el objeto de tus promesas, el premio de la sangre de tu Hijo. Amén (Teresa de Avila, Vida, 38,9-10

domingo, 7 de noviembre de 2010

El Dios de los vivos

32º Domingo del tiempo ordinario
7 Noviembre 2010

Jesús responde a los Saduceos
que ironizaban sobre la fe en la resurrección

Lucas 20, 27-40

Oración inicial

O misterio infinito de Vida.
Nosotros no somos nada,
y sin embargo podemos alabarte
con la voz de Tu Verbo
que se hizo voz de toda nuestra humanidad.
O Trinidad mía, yo soy nada en Ti,
pero Tú eres todo en mí
y entonces mi nada es Vida… es vida eterna.

María Evangelista de la Santísima Trinidad, O.Carm.

1. Lectio

27 Se acercaron algunos de los saduceos, los que sostienen que no hay resurrección, y le preguntaron: 28 «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si a uno se le muere un hermano casado y sin hijos, debe tomar a la mujer para dar descendencia a su hermano. 29 Pues bien, eran siete hermanos. El primero tomó mujer y murió sin hijos; 30 la tomó el segundo, 31 luego el tercero; y murieron los siete, sin dejar hijos. 32 Finalmente, también murió la mujer. 33 Ésta, pues, ¿de cuál de ellos será mujer en la resurrección? Porque fue mujer de los siete.»
34 Jesús les dijo: «Los hijos de este mundo toman mujer o marido; 35 pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, 36 ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios por ser hijos de la resurrección. 37 Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. 38 No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven.»
39 Algunos de los escribas le dijeron: «Maestro, has hablado bien.» 40 Pues ya no se atrevían a preguntarle nada.

2. Meditatio

a) Llave de Lectura:

● Contexto
Podemos decir que el pasaje que se nos propone para nuestra reflexión constituye una parte central del texto de Lucas 20,20-22,4 y cuyo argumento son las discusiones con los jefes del pueblo. Ya en el comienzo del capítulo 20, Lucas nos presenta algunos conflictos surgidos entre Jesús, los sacerdotes y los escribas (v. 1-19). Aquí Jesús está en conflicto con la escuela filosófica de los Saduceos, que toman su nombre de Zadok, el sacerdote de David (2 Sam 8: 17). Los Saduceos aceptaban como revelación sólo los escritos de Moisés (v. 28) negando así el desarrollo gradual de la revelación bíblica. En este sentido se entiende más la frase “Moisés nos dejó escrito” pronunciada por los Saduceos en este malicioso debate, pensado como una trampa para asechar a Jesús y “sorprenderlo” (v.: 20: 2; 20: 20). Esta escuela filosófica desaparece con la destrucción del templo.

● La ley del levirato

Los Saduceos niegan, pues, la resurrección de los muertos, porque según ellos, este objeto de fe no formaba parte de la revelación que Moisés se les había dado. Lo mismo dígase de cara a la fe en la existencia de los ángeles. En Israel, la fe en la resurrección de los muertos aparece en el libro de Daniel escrito en el 605-530 a.c. (Dan 12: 2-3). La encontramos asimismo en 2 Mac 7: 9, 11, 14, 23. Para ridiculizar la fe en la resurrección de los muertos, los Saduceos citan la prescripción legal de Moisés sobre el levirato (Dt 25, 5), es decir el antiguo uso de los pueblos semíticos (hebreos inclusive), según el cual el hermano o un pariente cercano de un hombre casado, fallecido sin hijos, tiene que casarse con la viuda, para asegurar (a) al difunto una descendencia (los hijos iban a considerarse legalmente como hijo del difunto), y (b) un marido para la mujer, ya que las mujeres dependían del marido para su sustentamiento. Casos como los arriba citados se citan también en el Antiguo Testamento, en el libro del Génesis y en el libro de Rut.

En el libro del Génesis (38:6-26) se nos dice que “tomó Judá, para Er, su primogénito una mujer llamada Tamar. Er, primogénito de Judá, fue malo a los ojos de Yahvé, y Yahvé le mató. Entonces dijo Judá a Onán: Entra a la mujer de tu hermano y tómala, como cuñado que eres, para suscitar prole a tu hermano.” (Gén 38: 6-8). Pero Onán también es castigado por Dios con la muerte (Gén 38: 10) porque sabiendo Onán “que la prole no sería suya , cuando entraba a la mujer de su hermano, se derramaba en tierra por no dar prole a su hermano” (Gén 38: 9). Viendo esto, Judá envía Tamar a la casa del padre, para no darle como marido Sela, su tercer hijo (Gén 38: 10-11). Tamar entonces, vistiéndose de prostituta, se unió con Judá mismo, y concibió a dos gemelos. Descubierta la verdad, Judá dio razón a Tamar y reconoció que “mejor que yo es ella” (Gén 38: 26).

En el libro de Rut se cuenta la historia de la misma mujer, Rut la moabita, quien se quedó viuda tras haberse casado con uno de los hijos de Elimèlech. Junto con la suegra Noemí, se vio obligada a pedir limosna para sobrevivir, y a recoger en los campos las espigas desechadas por los espigadores, hasta el momento en que se casa con Boaz, pariente de su difunto marido.

El caso propuesto a Jesús por los Saduceos nos recuerda la historia de Tobías, hijo de Tobit, que se casa con Sara hija de Ragüel, viuda de siete maridos, matados todos por Asmodeo, el demonio de la lujuria, en el momento en que se unían a ella. Tobías tiene derecho a casarse con ella porque era de su tribu (Tob 7-9).

Jesús hace notar a los Saduceos que el matrimonio provee a la procreación y por consiguiente es necesario para el futuro de la especie humana, ya que ninguno de los “hijos de este mundo” (v. 34) es eterno Pero “los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo” (v. 35) no toman ni marido, ni mujer ya que “ni pueden ya morir ” (v.35-36), viven en Dios: “porque son como los ángeles y son hijos de Dios, por ser hijos de la resurrección” (v. 36). Ya en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, los ángeles son llamados hijos de Dios (véase por ejemplo Gen 6: 2; Sal 29, 1; Lc 10, 6; 16, 8). Esta frase de Jesús nos recuerda la carta de Pablo a los Romanos, donde está escrito que Jesús es el Hijo de Dios por su resurrección, él, el primogénito de entre los muertos, es por excelencia el hijo de la resurrección (Rom 1, 4). Podemos citar aquí también los textos de san Pablo sobre la resurrección de los muertos como evento de salvación cuya naturaleza es espiritual (1 Cor 15: 35-50).

● Yo soy: El Dios de los vivos

Jesús confirma la realidad de la resurrección citando otro pasaje del Éxodo, esta vez del pasaje de la revelación de Dios a Moisés en la zarza ardiendo. Los Saduceos hacen hincapié en su punto de vista, citando a Moisés. Y del mimo modo Jesús rechaza su argumento citando él también a Moisés: “Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” (v. 37). En el Éxodo, vemos que el Señor se revela a Moisés con estas palabras: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” (Ex 3: 6). El Señor luego sigue revelando a Moisés su nombre divino: “Yo-Soy” (Ex 3: 14). La palabra hebraica ehjeh, cuya raíz es Hei-Yod-Hei, usada para indicar el nombre divino en Ex 3: 14, significa Yo soy aquel que es; Yo soy aquel que existe. La raíz puede significar asimismovida, existencia. Por ello, Jesús puede concluir: “No es un Dios de muertos, sino de vivos” (v. 38). En este mismo verso Jesús especifica que “para él todos viven”. Al reflexionar sobre la muerte de Jesús, en la carta a los Romanos, Pablo escribe: “Porque muriendo, murió al pecado una vez para siempre: pero viviendo, vive para Dios. Así, pues, haced cuenta de que estáis muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús” (Rom 6:10).

Podemos decir que Jesús, una vez más, hace ver a los Saduceos que la fidelidad de Dio para su pueblo, para la persona individual, no se basa en la existencia o no de un reino político (en el caso de la fidelidad de Dios al pueblo), y tampoco en el tener o no prosperidad y descendencia en esta vida. La esperanza del verdadero creyente no estriba en las cosas de este mundo, sino en el Dios vivo. Por ello, los discípulos de Jesús están llamados a vivir como los hijos de la resurrección, es decir como los hijos de la vida en Dios, como el Maestro y Señor, “como quienes han sido engendrados no de semilla corruptible, sino incorruptible, por la palabra viva y permanente de Dios” (1 Pe 1: 23).

b) Preguntas para ayudar la reflexión:

● ¿Qué te ha llamado la atención en el Evangelio? ¿Qué palabra? ¿Qué actitud particular?
● Trata de releer el texto del Evangelio en el contexto de los otros textos bíblicos citado en la llave de lectura. Busca tu mismo/a otros textos.
● ¿Cómo interpretas el conflicto que surge entre los jefes del pueblo y los Saduceos con Jesús?
● Reflexiona sobre cómo Jesús se escara con el conflicto. ¿Qué aprendes de su comportamiento?
● En tu opinión, ¿cuál es el núcleo de la cuestión en la discusión?
● Para ti, ¿qué significa la resurrección de los muertos?
● ¿Te sientes hijo/a de la resurrección?
● Para ti, ¿qué significa vivir la resurrección desde el momento presente?

3. Oratio

Del Salmo 17

Nos saciaremos, Señor, contemplando tu rostro.

Escucha, Yahvé, mi causa,
hazme caso cuando grito,
presta oído a mi plegaria,
que no hay doblez en mis labios.

Las sendas trazadas, ajustando mis pasos;
por tus veredas no vacilan mis pies.
Te invoco, oh Dios, pues tú me respondes,
inclina a mí tu oído, escucha mis palabras

Protégeme a la sombra de tus alas
Pero yo, rehabilitado, veré tu rostro,
al despertar te contemplaré hasta que quiera.

4. Contemplatio

Del diario místico de la
Hermana María Evangelista de la Santísima Trinidad, O.Carm.

También esta vida terrena está repleta de amor, de dones de “verdad”, dones escondidos y al mismo tiempo revelados por el signo... Siento inmenso agradecimiento por todos los valores humanos. Vivir en comunión con la creación, en amistad con los hermanos, en apertura hacia la obra de Dios y la obra del hombre, en permanente experiencia de los dones de la vida, aunque sean dones sufridos, aunque sean sencillamente humanos, es una gracia continua, un don que no termina.