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Canal Diocesano - Popular TV

Radio Santa María de Toledo "PAN DE VIDA"

Pueden escuchar el programa de radio "Pan de Vida" del Arzobispado de Toledo, España. Programa dedicado a fomentar la Adoración Eucaristica perpetua en la Diócesis de Toledo desde que se inició en el año 2005. Lo interesante de este programa es que durante la primera media hora son testimonios de personas que participan en la adoración y cómo les ha cambiado la vida. En la segunda parte D. Jesús, sacerdote y rector de la Capilla, aclara dudas que le surge a la gente, con sencillez y fiel a la doctrina. El Horario (ESPAÑA) Jueves 20 a 21 horas-- Viernes 1 a 2 horas-- Sábado 0 a 1 horas-- Domingo 9 a 10 horas

domingo, 12 de febrero de 2012

Abandonarnos en Él sin reservas

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (10, 31—11, 1)

Hermanos:
Todo lo que hagan ustedes, sea comer, o beber, o cualquier otra cosa, háganlo todo para gloria de Dios. No den motivo de escándalo ni a los judíos, ni a los paganos, ni a la comunidad cristiana. Por mi parte, yo procuro dar gusto a todos en todo, sin buscar mi propio interés, sino eI de los demás, para que se salven. Sean, pues, imitadores míos, como yo lo soy de Cristo.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (1, 40-45)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: “Si tú quieres, puedes curarme”. Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: “¡Sí quiero: Sana!” Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio.

Al despedirlo, Jesús le mandó con severidad: “No se lo cuentes a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo prescrito por Moisés”.

Pero aquel hombre comenzó a divulgar tanto el hecho, que Jesús no podía ya entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares solitarios, a donde acudían a él de todas partes.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.



«Sed imitadores míos, como yo lo soy de Cristo» (1Cor 11,1) Las palabras de San Pablo resuenan fuertemente en la liturgia de este sexto Domingo del Tiempo Ordinario y nos señalan cuál es el camino de la vida: la imitación de Cristo. Pero es una imitación que, si se entiende en sentido voluntarioso, ninguno es capaz de alcanzar. Solamente aquellos a los que Cristo da la gracia de conocerlo y de imitarlo, de vivir el ensimismamiento con Él, pueden lograrla.



La vida de quienes, como el apóstol Pablo, acogen totalmente esta gracia, se hace ocasión de encuentro y de real seguimiento del Señor, también para los hermanos. Esta es la vida de los santos: han llegado a ser una sola cosa con Cristo y, presentando la fascinación, la belleza y la permanente novedad de estar en Él, son “caminos concretos” para vivir realmente en relación con Él.



Basta pensar en los grandes santos como san Benito de Nursia, san Francisco de Asís, santo Domingo de Guzmán: cuántos, a lo largo de la historia, han emprendido un camino de santificación, reconocido por la Iglesia como don del Espíritu.



¿Cómo se puede imitar a los santos? ¿En qué consiste su santidad? ¿De qué manera nos ha sido dado poder hacer algo para abrazar, como ellos, nuestra nueva identidad bautismal de hijos de Dios? De ellos no podemos, sin duda, imitar las obras, que fueron suscitadas por el Espíritu Santo en un determinado lugar y tiempo, para el bien de toda la Iglesia y de la humanidad. Pero podemos imitar su corazón, es decir, pidiendo y buscando la misma sed de verdad y de bien que ellos tuvieron; su total disponibilidad para la obra de Dios –la obra que Dios quiere realizar en cada uno de nosotros- y su prontitud para adherirse, con todo su ser, a su Voluntad.
Debemos pedir la verdadera humildad, la que vemos en el leproso del evangelio, que supo encaminarse hacia Cristo –“vino hacia Él un leproso”- y suplicarle –“le suplicaba de rodillas”- poniendo en sus manos toda su vida: “¡si quieres, puedes limpiarme!”.



Pero podemos preguntarnos: ¿qué fue lo que movió al leproso a este completo abandono a la Voluntad de Otro? ¿Qué movió a los santos a dejar la propia vida a los pies de Cristo, para que hiciera con ella lo que quisiera? ¿Qué es lo que puede llevarnos a esta completa confianza en Él, para que nos limpie de verdad? No puede ser más que la profunda certeza que animó al Corazón de María delante del anuncio del Ángel y al pie de la Cruz; la que dio fuerzas a San José para cumpplir lo que Dios quería; la que sostuvo a los apóstoles frente al martirio: la compasión de Dios inclinada hacia nosotros, la misericordia del Padre Eterno que ha bajado a la tierra y ha asumido un rostro humano.



Cristo es nuestro único Bien y no quiere otra cosa más que nuestro bien. Él nació y murió por este motivo; resucitó y está aquí, presente en la Eucaristía, para esto. Por eso podemos abandonarnos en Él sin reservas; podemos ir hasta Él y, arrodillándonos suplicantes, podemos depositar en su Voluntad toda nuestra vida, para sentir que, hoy como ayer, Él nos dice: “¡Quiero, queda limpio!”