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Canal Diocesano - Popular TV

Radio Santa María de Toledo "PAN DE VIDA"

Pueden escuchar el programa de radio "Pan de Vida" del Arzobispado de Toledo, España. Programa dedicado a fomentar la Adoración Eucaristica perpetua en la Diócesis de Toledo desde que se inició en el año 2005. Lo interesante de este programa es que durante la primera media hora son testimonios de personas que participan en la adoración y cómo les ha cambiado la vida. En la segunda parte D. Jesús, sacerdote y rector de la Capilla, aclara dudas que le surge a la gente, con sencillez y fiel a la doctrina. El Horario (ESPAÑA) Jueves 20 a 21 horas-- Viernes 1 a 2 horas-- Sábado 0 a 1 horas-- Domingo 9 a 10 horas

lunes, 18 de enero de 2010

«Haced lo que él os diga»


«Haced lo que él os diga»

Lectura del libro del profeta Isaías 62,1-5

«Por amor de Sión no he de callar, por amor de Jerusalén no he de estar quedo, hasta que salga como resplandor su justicia, y su salvación brille como antorcha. Verán las naciones tu justicia, todos los reyes tu gloria, y te llamarán con un nombre nuevo que la boca de Yahveh declarará. Serás corona de adorno en la mano de Yahveh, y tiara real en la palma de tu Dios. No se dirá de ti jamás «Abandonada», ni de tu tierra se dirá jamás «Desolada», sino que a ti se te llamará «Mi Complacencia», y a tu tierra, «Desposada». Porque Yahveh se complacerá en ti, y tu tierra será desposada. Porque como se casa joven con doncella, se casará contigo tu edificador, y con gozo de esposo por su novia se gozará por ti tu Dios».

Lectura de la primera carta de San Pablo a los Corintios 12, 4-11

«Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra en todos. A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común, Porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe, en el mismo Espíritu; a otro, carismas de curaciones, en el único Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversidad de lenguas; a otro, don de interpretarlas. Pero todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad».

Lectura del Santo Evangelio según San Juan 2,1-11

«Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: «No tienen vino.» Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.» Dice su madre a los sirvientes: «Haced lo que él os diga.»

Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una. Les dice Jesús: «Llenad las tinajas de agua.» Y las llenaron hasta arriba. «Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala.» Ellos lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio y le dice: «Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora.» Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos».

 Pautas para la reflexión personal

 El vínculo entre las lecturas

El tiempo litúrgico de Navidad concluye con la solem¬nidad del Bautismo del Señor que celebramos el lunes después de la Solemnidad de la Epifanía del Señor. Este año litúrgico (ciclo C) co¬rresponde leer en forma continuada el Evange¬lio de San Lucas. Sin embargo en el segundo Domingo del tiempo ordinario, en los tres ciclos litúrgicos, se toma respectivamente una parte de la llamada «semana inaugural» del Evangelio de San Juan (Jn 1,19-2,12). En el ciclo C leemos el relato de la boda de Caná, que ocurrió el último día de esa semana. Vemos también la figura de la boda en el relato de Isaías donde Jerusalén ya no será llamada «Abandonada» ni «Devastada», sino ahora será llamada «Desposada» y su tierra tendrá un esposo que será Dios mismo (Primera Lectura). La comunidad cristiana, esposa de Jesucristo, goza de una serie de carismas, de ministerios que el Espíritu derrama sobre ella para ponerlos al servicio de todos (Segunda Lectura).

 El banquete de bodas

Según la tradición judía la boda se celebraba cuando el novio ya tenía listo el nuevo hogar. Acompañado de sus amigos, el novio se dirigía al anochecer a la casa de la novia. Que estaba esperándolo, cubierta con un velo y con un vestido de novia. La joven llevaba las joyas que el novio le había regalado. En una sencilla ceremonia, se quitaba el velo y lo depositaba en el hombro del novio. El novio, acompañado de su mejor amigo, iba con la novia a su nueva casa para celebrar las fiestas de las bodas que solían durar siete días. Los elementos importantes eran los bailes y el vino «que alegra el corazón del hombre». El Talmud dice que: «donde no hay vino no hay alegría».

El pasaje que leemos en el Evangelio de San Juan se desarrolla en la aldea de Caná. No se sabe si se trata del actual Kefr-Kenna, ubicado a unos 6 Km. noreste de Nazaret, en el camino a Tiberíades, o de lo que hoy son las ruinas de Kana-al Djelil o Kibert Kana, situada a más del doble de distancia de Nazaret hacia el norte. El Señor acude a Caná donde ya estaba su Madre y le acompañan algunos discípulos de Juan: Andrés, Simón, Felipe y Natanael. María ya se encontraba allí, y Jesús acude también como invitado. La ocasión para la manifestación del milagro y del misterio es una boda de aldea, aparentemente sin mayor trascendencia. Es la primera semana de la vida pública del Señor Jesús que es detalladamente descrita, casi día por día, por San Juan: su bautizo, manifestación clara del Espíritu Santo; la elección de los primeros discípulos; la hermosa confesión de fe de Natanael, sumada a la de Juan. Todos estos acontecimientos, reciben una magnífica culminación en el episodio de las bodas de Caná.

 «En Caná de Galilea dio Jesús comienzo a sus signos»

Podríamos tener una aproximación superficial al Evangelio dominical ya que parece un hecho muy simple; pero, como todo el Evangelio de San Juan, tiene una profundi¬dad inmensa. Allí se insinúa un misterio, se lo siente palpi¬tar en cada palabra, se vela y se revela. San Juan no llama a este hecho un «milagro», como a menudo se traduce, sino un «signo». El episodio conclu¬ye: «En Caná de Galilea dio Jesús comienzo a sus sig-nos». Habría que preguntarnos: ¿es un signo de qué? ¿Quiere decir que hay que buscar un sentido ulterior? Precisamente. Pero encontrarlo no es tarea fácil y tanto menos explicarlo. Orígenes (siglo III) da un criterio de inter¬pretación que es necesario tener en cuenta: «Nadie puede compren¬der el signi¬fi¬cado del Evangelio de Juan si no ha apoyado la cabeza en el pecho de Jesús y no ha recibido de Jesús a María como Madre».Ya hemos visto la importancia de una fiesta de boda, sin embargo el esposo es mencionado apenas de modo indirecto y la esposa no aparece en absoluto. A medida que el relato procede el que ocupa toda la escena es Jesús.

Lo que el relato quiere insi¬nuar es que Jesús es el verdadero esposo, como lo declara el mismo Juan Bautista: «El que posee a la esposa es el esposo; pero el amigo del esposo que está presen¬te y lo escucha, exulta de gozo a la voz del esposo. Ahora mi alegría ha llegado a plenitud» (Jn 3,29). Ésta es la clave de la lectura de las bodas de Caná. El que lee este Evange¬lio, en realidad, está escu¬chando la voz del esposo y como verdadero «amigo del esposo» exulta de gozo. Sabemos que Jesús llamó a sus discí¬pulos no con el nombre de «siervos» sino con el de «ami¬gos».

Veamos ahora algunos detalles importantes del milagro. Su madre María da a los sirvientes esta instrucción: «Haced lo que Él os diga». Y Jesús formula dos órdenes: «Llenad las tinajas de agua». Después que los sirvientes las llenan hasta arriba, agrega: «Sacadlo y llevadlo al maestresala». El Evange¬lio dice que se trataba de seis tinajas de dos o tres medidas cada una. Es una estimación¬; supongamos que hayan sido dos y media medi¬das. Siendo la medida (metretés) un volumen aproximado de 40 li¬tros, quiere decir que cada tinaja era de cien litros. Llenar las seis tinajas significa¬ba mover 600 litros de agua. Fue un trabajo arduo.

Pero además fue mucho vino. ¿Para qué tanto? El vino abundante y bueno, como ciertamente fue el resultado del milagro, repre¬senta el gozo de los tiem¬pos mesiá¬nicos. En el tiempo preceden¬te, antes de la inter¬vención de Jesús, el vino era escaso y de mala cali¬dad. Dos vinos distintos indican dos tiempos marcadamente distintos. ¡El contraste es así evidente! Las órdenes dadas por Jesús están dirigidas a los sirvien¬tes. Ante el agua que llena las tinajas no hace ningún gesto, ni pronuncia ninguna fórmula de bendición; sólo dice: «Llevadlo al maestresa¬la». Bastó su divina presencia para que el agua se convir¬tiera en vino.

 «Haced lo que Él os diga…»

Es fundamental en este episodio la intervención de María. En primer lugar ella aparece interesada en todos los detalles que afectan al hombre aunque puedan parecer secunda¬rios. Así «se manifiesta una nueva maternidad de María, según el espíritu y no sólo según la carne, es decir, la solicitud de María por los hombres, su ayuda en sus necesidades, en la vasta gama de sus carencias e indigen¬cias» . Solamente ella advierte que la alianza nupcial estaba fracasando y solicita la intervención de Jesús: «No tienen vino». La respuesta que Jesús le da es una de las expresiones más difíciles de explicar del Evangelio: «¿Qué a mí y a ti, mujer?». Ésta es una expresión idiomática hebrea que se repite a menudo en el Antiguo Testamento. Se usa para poner en cuestión la relación entre personas. Lo que Jesús quiere decir es que, si hasta ahora su relación con su madre era de sujeción - «estaba sujeto a ellos» (Lc 2,51)-, ahora esa relación debe cambiar y en adelante es ella quien debe estar sujeta a Él en todo.

Desde esta hora Jesús, que tiene el rol del esposo, toma toda iniciativa en el establecimiento de la Nueva Alianza. Jesús termina diciendo: «Aún no ha llegado mi hora». No era aún la hora de su manifestación al mundo. Y, sin embargo, hace el milagro y «manifiesta su gloria». Es que Dios había dis¬puesto que su hora llegase después de esta súplica de María: «No tienen vino».

Millones de años esperando la reve¬lación del Mesías se com¬pleta¬ron por obra de María. Su poder de interce¬sión es inmen¬so. Finalmente, María nos da un bello ejemplo de total confianza en el poder de su Amado Hijo. Se vuelve a Él porque sabe que Él puede resol¬ver el problema. Y aún después de la respuesta de Jesús sigue confian¬do: «Haced lo que Él os diga». La fe de María es la que obtuvo el desenlace final: «Jesús mani¬festó su gloria y creye¬ron en Él sus discípulos».


 «Se casará contigo tu Edificador»

El libro del profeta Isaías (vivió alrededor del siglo VIII a.C.) es uno de los impresionantes libros del Antiguo Testamento. Describe, a lo largo de su extenso libro, el poder de Dios y la esperanza para su pueblo elegido. Su vocación la encontramos en el capítulo sexto y profetizará por más de 40 años. En los capítulos finales de su libro, dirigido a los judíos que estaban en Jerusalén durante el destierro, anuncia un mensaje de consolación para el pueblo: se reconstruirá la ciudad y el Templo; los extranjeros garantizarán las necesidades materiales de Israel que se convertirá en un pueblo de sacerdotes (Is 61, 5-7). Dios mismo tomará la iniciativa y establecerá una alianza eterna (Is 61, 8-9). Alianza que tendrá su ápice en la figura del desposorio con Dios: el triunfo de Jerusalén será convertirse en la esposa de Yahveh sellando así la alianza hecha.

 Una palabra del Santo Padre:

«Al referir la presencia de María en la vida pública de Jesús, el concilio Va¬ticano II recuerda su participación en Caná con ocasión del primer milagro: «En las bodas de Caná de Galilea (.), movida por la compasión, consiguió intercediendo ante Él el primero de los milagros de Jesús, el Mesías (cf. Jn 2, 1 11)» (Lumen gentium, 58). Siguiendo al evangelista Juan, el Con¬cilio destaca el papel discreto y, al mis¬mo tiempo, eficaz de la Madre, que con su palabra consigue de su Hijo «el pri¬mero de los milagros». Ella, aun ejer¬ciendo un influjo discreto y materno, con su presencia es, en último término, determinante. La iniciativa de la Virgen resulta aún más sorprendente si se considera la con¬dición de inferioridad de la mujer en la sociedad judía. En efecto, en Caná Jesús no sólo reconoce la dignidad y el papel del genio femenino, sino que también, acogiendo la intervención de su madre, le brinda la posibilidad de participar en su obra mesiánica. El término «Mujer», con el que se dirige a María (cf. Jn 2, 4), no contradice esta intención de Jesús, pues no encierra ninguna connotación negativa y Jesús lo usará de nuevo, refi¬riéndose a su madre, al pie de la cruz (cf. Jn 19, 26). Según algunos intérpre¬tes, el título «Mujer» presenta a María como la nueva Eva, madre en la fe de todos los creyentes.

El Concilio, en el texto citado, usa la expresión: «movida por la compasión», dando a entender que María estaba im¬pulsada por su corazón misericordioso. Al prever el posible apuro de los esposos y de los invitados por la falta de vino, la Virgen compasiva sugiere a Jesús que intervenga con su poder mesiánico. A algunos la petición de María les pa¬rece desproporcionada porque subordi¬na a un acto de compasión el inicio de los milagros del Mesías.

A la dificultad responde Jesús mismo, quien, al acoger la solicitud de su madre muestra la su¬perabundancia con que el Señor respon¬de a las expectativas humanas, manifes-tando también el gran poder que entra¬ña el amor de una madre. La expresión «dar comienzo a los milagros», que el Concilio reco¬ge del texto de san Juan, llama nuestra atención. El término griego , que se traduce por inicio, principio, se encuentra ya en el Prólogo de su evange¬lio: «En el principio existía la Palabra» (Jn 1, 1).

Esta signifi¬cativa coincidencia nos lleva a establecer un paralelismo entre el primer origen de la gloria de Cristo en la eternidad y la primera ma¬nifestación de la misma gloria en su mi¬sión terrena. El evangelista, subrayando la iniciati¬va de María en el primer milagro y re¬cordando su presencia en el Calvario, al pie de la cruz, ayuda a comprender que la cooperación de María se extiende a toda la obra de Cristo. La petición de la Virgen se sitúa dentro del designio divi¬no de salvación.

En el primer milagro obrado por Je¬sús los Padres de la Iglesia han vislum¬brado una fuerte dimensión simbólica, descubriendo, en la transformación del agua en vino, el anuncio del paso de la antigua alianza a la nueva. En Caná, precisamente el agua de las tinajas, des¬tinada a la purificación de los judíos y al cumplimiento de las prescripciones lega¬les (cf. Mc 7, 1 15), se transforma en el vino nuevo del banquete nupcial, símbolo de la unión definitiva entre Dios y la humanidad».

Juan Pablo II. Catequesis del miércoles 5 de marzo de 1997.

 Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana.

1. Acudamos diariamente a María para que ella nos ayude y enseñe a decir en los momentos difíciles de nuestra vida: «Haced lo que Él os diga».

2. ¿Cuáles son los dones que Dios me ha dado y que debo de poner al servicio de la comunidad? ¿Los conozco?

3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 494- 495. 502- 511.

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