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Canal Diocesano - Popular TV

Radio Santa María de Toledo "PAN DE VIDA"

Pueden escuchar el programa de radio "Pan de Vida" del Arzobispado de Toledo, España. Programa dedicado a fomentar la Adoración Eucaristica perpetua en la Diócesis de Toledo desde que se inició en el año 2005. Lo interesante de este programa es que durante la primera media hora son testimonios de personas que participan en la adoración y cómo les ha cambiado la vida. En la segunda parte D. Jesús, sacerdote y rector de la Capilla, aclara dudas que le surge a la gente, con sencillez y fiel a la doctrina. El Horario (ESPAÑA) Jueves 20 a 21 horas-- Viernes 1 a 2 horas-- Sábado 0 a 1 horas-- Domingo 9 a 10 horas

martes, 16 de febrero de 2010

La justicia divina, salvación para el hombre


Mensaje del Papa para la Cuaresma de 2010

La justicia divina, salvación para el hombre

CIUDAD DEL VATICANO, jueves 4 de febrero de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el Mensaje del Papa para la Cuaresma de este año, con el título "La justicia de Dios se ha manifestado por medio de la fe en Cristo" (Rm 3, 21-22), que ha sido dado a conocer hoy en rueda de prensa.

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Queridos hermanos y hermanas:
Cada año, con ocasión de la Cuaresma, la Iglesia nos invita a una sincera revisión de nuestra vida a la luz de las enseñanzas evangélicas. Este año quiero proponeros algunas reflexiones sobre el vasto tema de la justicia, partiendo de la afirmación paulina: La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo (cf. Rm 3,21-22).
Justicia: "dare cuique suum"
Me detengo, en primer lugar, en el significado de la palabra "justicia", que en el lenguaje común implica "dar a cada uno lo suyo" - "dare cuique suum", según la famosa expresión de Ulpiano, un jurista romano del siglo III. Sin embargo, esta clásica definición no aclara en realidad en qué consiste "lo suyo" que hay que asegurar a cada uno. Aquello de lo que el hombre tiene más necesidad no se le puede garantizar por ley. Para gozar de una existencia en plenitud, necesita algo más íntimo que se le puede conceder sólo gratuitamente: podríamos decir que el hombre vive del amor que sólo Dios, que lo ha creado a su imagen y semejanza, puede comunicarle. Los bienes materiales ciertamente son útiles y necesarios (es más, Jesús mismo se preocupó de curar a los enfermos, de dar de comer a la multitud que lo seguía y sin duda condena la indiferencia que también hoy provoca la muerte de centenares de millones de seres humanos por falta de alimentos, de agua y de medicinas), pero la justicia "distributiva" no proporciona al ser humano todo "lo suyo" que le corresponde. Este, además del pan y más que el pan, necesita a Dios. Observa san Agustín: si "la justicia es la virtud que distribuye a cada uno lo suyo... no es justicia humana la que aparta al hombre del verdadero Dios" (De Civitate Dei, XIX, 21).
¿De dónde viene la injusticia?
El evangelista Marcos refiere las siguientes palabras de Jesús, que se sitúan en el debate de aquel tiempo sobre lo que es puro y lo que es impuro: "Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre... Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas" (Mc 7,15. 20-21). Más allá de la cuestión inmediata relativa a los alimentos, podemos ver en la reacción de los fariseos una tentación permanente del hombre: la de identificar el origen del mal en una causa exterior. Muchas de las ideologías modernas tienen, si nos fijamos bien, este presupuesto: dado que la injusticia viene "de fuera", para que reine la justicia es suficiente con eliminar las causas exteriores que impiden su puesta en práctica. Esta manera de pensar ¬advierte Jesús¬ es ingenua y miope. La injusticia, fruto del mal, no tiene raíces exclusivamente externas; tiene su origen en el corazón humano, donde se encuentra el germen de una misteriosa convivencia con el mal. Lo reconoce amargamente el salmista: "Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre" (Sal 51,7). Sí, el hombre es frágil a causa de un impulso profundo, que lo mortifica en la capacidad de entrar en comunión con el prójimo. Abierto por naturaleza al libre flujo del compartir, siente dentro de sí una extraña fuerza de gravedad que lo lleva a replegarse en sí mismo, a imponerse por encima de los demás y contra ellos: es el egoísmo, consecuencia de la culpa original. Adán y Eva, seducidos por la mentira de Satanás, aferrando el misterioso fruto en contra del mandamiento divino, sustituyeron la lógica del confiar en el Amor por la de la sospecha y la competición; la lógica del recibir, del esperar confiado los dones del Otro, por la lógica ansiosa del aferrar y del actuar por su cuenta (cf. Gn 3,1-6), experimentando como resultado un sentimiento de inquietud y de incertidumbre. ¿Cómo puede el hombre librarse de este impulso egoísta y abrirse al amor?
Justicia y Sedaqad
En el corazón de la sabiduría de Israel encontramos un vínculo profundo entre la fe en el Dios que "levanta del polvo al desvalido" (Sal 113,7) y la justicia para con el prójimo. Lo expresa bien la misma palabra que en hebreo indica la virtud de la justicia: sedaqad,. En efecto, sedaqad significa, por una parte, aceptación plena de la voluntad del Dios de Israel; por otra, equidad con el prójimo (cf. Ex 20,12-17), en especial con el pobre, el forastero, el huérfano y la viuda (cf. Dt 10,18-19). Pero los dos significados están relacionados, porque dar al pobre, para el israelita, no es otra cosa que dar a Dios, que se ha apiadado de la miseria de su pueblo, lo que le debe. No es casualidad que el don de las tablas de la Ley a Moisés, en el monte Sinaí, suceda después del paso del Mar Rojo. Es decir, escuchar la Ley presupone la fe en el Dios que ha sido el primero en "escuchar el clamor" de su pueblo y "ha bajado para librarle de la mano de los egipcios" (cf. Ex 3,8). Dios está atento al grito del desdichado y como respuesta pide que se le escuche: pide justicia con el pobre (cf. Si 4,4-5.8-9), el forastero (cf. Ex 20,22), el esclavo (cf. Dt 15,12-18). Por lo tanto, para entrar en la justicia es necesario salir de esa ilusión de autosuficiencia, del profundo estado de cerrazón, que es el origen de nuestra injusticia. En otras palabras, es necesario un "éxodo" más profundo que el que Dios obró con Moisés, una liberación del corazón, que la palabra de la Ley, por sí sola, no tiene el poder de realizar. ¿Existe, pues, esperanza de justicia para el hombre?
Cristo, justicia de Dios
El anuncio cristiano responde positivamente a la sed de justicia del hombre, como afirma el Apóstol Pablo en la Carta a los Romanos: "Ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado... por la fe en Jesucristo, para todos los que creen, pues no hay diferencia alguna; todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús, a quien exhibió Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre, mediante la fe, para mostrar su justicia (Rm 3,21-25).
¿Cuál es, pues, la justicia de Cristo? Es, ante todo, la justicia que viene de la gracia, donde no es el hombre que repara, se cura a sí mismo y a los demás. El hecho de que la "propiciación" tenga lugar en la "sangre" de Jesús significa que no son los sacrificios del hombre los que le libran del peso de las culpas, sino el gesto del amor de Dios que se abre hasta el extremo, hasta aceptar en sí mismo la "maldición" que corresponde al hombre, a fin de transmitirle en cambio la "bendición" que corresponde a Dios (cf. Ga 3,13-14). Pero esto suscita en seguida una objeción: ¿qué justicia existe dónde el justo muere en lugar del culpable y el culpable recibe en cambio la bendición que corresponde al justo? Cada uno no recibe de este modo lo contrario de "lo suyo"? En realidad, aquí se manifiesta la justicia divina, profundamente distinta de la humana. Dios ha pagado por nosotros en su Hijo el precio del rescate, un precio verdaderamente exorbitante. Frente a la justicia de la Cruz, el hombre se puede rebelar, porque pone de manifiesto que el hombre no es un ser autárquico, sino que necesita de Otro para ser plenamente él mismo. Convertirse a Cristo, creer en el Evangelio, significa precisamente esto: salir de la ilusión de la autosuficiencia para descubrir y aceptar la propia indigencia, indigencia de los demás y de Dios, exigencia de su perdón y de su amistad.
Se entiende, entonces, como la fe no es un hecho natural, cómodo, obvio: hace falta humildad para aceptar tener necesidad de Otro que me libere de lo "mío", para darme gratuitamente lo "suyo". Esto sucede especialmente en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Gracias a la acción de Cristo, nosotros podemos entrar en la justicia "más grande", que es la del amor (cf. Rm 13,8-10), la justicia de quien en cualquier caso se siente siempre más deudor que acreedor, porque ha recibido más de lo que podía esperar.
Precisamente por la fuerza de esta experiencia, el cristiano se ve impulsado a contribuir a la formación de sociedades justas, donde todos reciban lo necesario para vivir según su propia dignidad de hombres y donde la justicia sea vivificada por el amor.
Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma culmina en el Triduo Pascual, en el que este año volveremos a celebrar la justicia divina, que es plenitud de caridad, de don y de salvación. Que este tiempo penitencial sea para todos los cristianos un tiempo de auténtica conversión y de intenso conocimiento del misterio de Cristo, que vino para cumplir toda justicia. Con estos sentimientos, os imparto a todos de corazón la bendición apostólica.
Vaticano, 30 de octubre de 2009
©Libreria Editrice Vaticana

lunes, 15 de febrero de 2010

"El silencio de Dios. Historias de luz y sabiduría"


Apuntes del camino - 03.02.2010, 23:38 El jardín del rey
Tags: reflexiones
Me gusta lo que dice nuestro amigo Pedro Alonso en su web luzysabiduria.com:

Desde la antigüedad las parábolas, cuentos y fábulas tenían esa cualidad de llegar a todo el mundo y a la vez inculcar una sabiduría que de otra forma no llegaría. Y es que es en las historias donde se cuentan experiencias de la vida misma donde el lector se identifica con el personaje y extrae una lección que le valdrá para su vida y que a veces es capaz de cambiar radicalmente ésta.

Es por eso que de vez en cuando les presento algún cuento o historia… dicen que una imagen habla más que mil palabras… y estas pequeñas historias son eso, imágenes que nos hablan directamente al corazón…

A continuación le dejo con un cuento tomado del libro de Pedro Alonso, “El Silencio de Dios – Historias de Luz y Sabiduría”.

El jardín del rey

Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo.

El Roble le dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el Pino. Volviéndose al Pino, lo halló caído porque no podía dar uvas como la Vid. Y la Vid se moría porque no podía florecer como la Rosa. La Rosa lloraba por no ser fuerte y sólida como el Roble.
Entonces encontró una planta, un Clavel floreciendo y más fresco que nunca.

El rey le preguntó:

- ¿Cómo es que creces tan saludable en medio de este jardín mustio y umbrío?

La flor contestó:

- No lo sé. Quizás sea porque siempre supuse que cuando me plantaste, querías claveles. Si hubieras querido un Roble, lo habrías plantado. En aquel momento me dije: “Intentaré ser Clavel de la mejor manera que pueda” y heme aquí el más hermoso y bello clavel de tu jardín.

Somos esto que somos… pero vivimos marchitándonos en nuestras propias insatisfacciones, en nuestras absurdas comparaciones con los demás: “si yo fuera”, “si yo tuviera”, “si………..” Siempre conjugando el futuro incierto en vez del presente concreto, empecinados en no querer ver que la felicidad es un estado subjetivo, voluntario.

Podemos elegir hoy, estar felices con lo que somos, con lo que tenemos; o vivir amargados por lo que no tenemos o no puede ser. Sólo podremos florecer el día que aceptemos que somos lo que somos, que somos únicos y que nadie puede hacer lo que nosotros vinimos a hacer.

viernes, 12 de febrero de 2010

Manifiesto por la VIDA


España Vida Sí

Manifiesto

7 de marzo de 2010

A día de hoy existe la evidencia científica de que desde el momento de la fecundación aparece una nueva vida humana. Así lo ha ratificado el Manifiesto de Madrid, presentado en marzo de 2009 y firmado por más de 3000 científicos españoles.

Ante esta certeza se puede afirmar que el aborto supone la muerte violenta de un ser humano y un terrible drama para la mujer que lo sufre.

El número de abortos practicados en España supera ya el millón, y sin embargo sigue sin ofrecerse ninguna información ni ayudas sociales a las mujeres embarazadas en situaciones difíciles, mientras que sí existe financiación para que vayan a abortar.

Ahora el Gobierno pretende aprobar una ley de plazos que deja completamente desprotegido al nuevo ser y abandona a la mujer ante sus problemas, empujándola al aborto. Por otra parte, considera a los enfermos y discapacitados como seres humanos de segunda categoría, permitiendo que puedan ser eliminados antes de nacer.

El proyecto de ley contempla también que las menores puedan abortar sin el consentimiento paterno, dejándolas solas e impidiendo a los padres ayudar a sus propias hijas ante la situación de un embarazo inesperado.

Asimismo la nueva ley pretende imponer un determinado tipo de educación sexual en los colegios, vulnerando así el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus propias normas morales.

Con el aborto libre, el número de niños muertos aumentaría hasta casi el doble, así como el de mujeres que sufrirían los ya conocidos daños físicos y psicológicos que el aborto provoca en ellas.

La respuesta de la sociedad española ante este anuncio ha sido contundente: marchas, concentraciones y manifestaciones masivas a favor del derecho a la vida, encuestas claramente contrarias a la ley y diversos manifiestos firmados por millares de españoles que exigen la puesta en práctica de políticas favorables a la vida y a la maternidad.

Sin embargo, el Gobierno hace oídos sordos a este clamor social, y pretende seguir adelante con una ley que España no quiere.

Por todo ello,

EXIGIMOS

1.Que el Gobierno escuche a la sociedad española y retire el proyecto de ley del aborto que pretende aprobar.
2.Que nuestros políticos promuevan leyes que protejan el derecho a vivir y el derecho a ser madre, amparando la vida en todo momento y ayudando a las mujeres embarazadas a superar cualquier problema que un embarazo imprevisto puede generarles.
3.Que se respete el derecho de los padres a formar a sus hijos en materia de educación sexual según sus propias convicciones.
4.Que se respete el derecho a la objeción de conciencia del personal sanitario para que pueda cumplir su compromiso de defender y cuidar la vida y la salud desde el mismo instante de la concepción.

Venid a mí todos los que estáis cansados y abrumados, que yo os aliviaré. (Mt.11,28)


11 de febrero

NUESTRA SEÑORA DE LOURDES

Memoria

— Las apariciones de la gruta. Santa María, Salus infirmorum.

— El sentido de la enfermedad y del dolor.

— Santificar el dolor. Acudir a Nuestra Señora.

I. Cuatro años después de haberse proclamado el dogma de la Inmaculada Concepción, se apareció la Santísima Virgen a una niña de catorce años, Bernadette Soubirous, en una gruta cercana a Lourdes. La Virgen era de tal belleza que era imposible describirla, cuenta la Santa(1). Cuando años más tarde el escultor de la gruta preguntó a Bernadette si su obra, que representaba a la Virgen, se asemejaba a la aparición, respondió con gran ingenuidad y sencillez: “¡Oh, no, señor, de ninguna manera! ¡No se parece en nada!”. La Virgen es siempre más bella.

Las apariciones se sucedieron durante diecisiete días más. La niña preguntaba su nombre a la Señora, y esta “sonreía dulcemente”. Por fin, Nuestra Señora le reveló que era la Inmaculada Concepción.

En Lourdes se han sucedido muchos prodigios sobre los cuerpos y más aún sobre las almas. Incontables han sido las curaciones, y muchos más quienes han vuelto sanos de las diferentes enfermedades que también puede padecer el alma, habiendo recobrado la fe, con una piedad más recia o con una aceptación amorosa de la voluntad divina.

La Primera lectura de la Misa (2) propone a nuestra consideración las palabras del Profeta Isaías que consolaba al pueblo elegido en el destierro con la vuelta a la ciudad santa, en la que encontrarían el consuelo como un hijo pequeño en su madre. Porque así dice el Señor: Yo haré derivar hacia ella, como un río de paz, como un torrente en crecida, las riquezas de las naciones. Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán; como un niño a quien su madre consuela, así os consolaré Yo...

Al meditar en la fiesta de hoy, vemos cómo el Señor ha querido poner en manos de su Madre todas las verdaderas riquezas que los hombres debemos implorar, y nos ha dejado en Ella el consuelo del que andamos tan necesitados. Aquellas dieciocho apariciones a la pequeña Bernadette son una llamada que nos recuerda la misericordia de Dios, que se ejerce a través de Santa María.

La Virgen se muestra siempre como Salud de los enfermos y Consoladora de los afligidos. Nosotros, al hacer hoy nuestra oración, acudimos a Ella, pues son muchas las necesidades que tenemos a nuestro alrededor. Ella las conoce bien, nos escucha allí donde nos encontramos y quiere que acudamos a su protección. Y esto nos llena de alegría y de consuelo, especialmente en la fiesta que hoy celebramos. A Nuestra Señora acudimos como hijos que no se quieren alejar de Ella: “Madre, Madre mía...”, le decimos en la intimidad de nuestra oración, pidiéndole ayuda en tantas necesidades como nos apremian: en el apostolado, en la propia vida interior, en aquellos que tenemos a nuestro cargo, y de los que nos pedirá cuentas el Señor.

II. También la Santísima Virgen quiso recordar en aquella gruta la necesidad de la conversión y de la penitencia. Quiso Nuestra Madre poner de relieve que la humanidad fue redimida en la Cruz, y el valor redentor actual del dolor, del sufrimiento y de la mortificación voluntaria.

Lo que los hombres consideran, con mirada solo humana, como un gran mal, con ojos de buenos cristianos puede ser un gran bien: la enfermedad, la pobreza, el dolor, el fracaso, la difamación, la falta de trabajo... En momentos humanamente muy difíciles, podemos descubrir, con la ayuda de la gracia, que esa situación de debilidad es un gran camino para una sincera humildad, al sentirnos necesitados y en especial dependencia de Dios. La enfermedad, o cualquier otra desgracia, puede ayudarnos mucho a despegarnos un poco más de las cosas de la tierra, en las que, casi sin darnos cuenta, estábamos quizá demasiado metidos. Sentimos entonces la necesidad de mirar al Cielo y de fortalecer la esperanza sobrenatural, al comprobar la endeblez de la esperanza humana.

La enfermedad nos ayuda a confiar más en Dios, que nunca tienta por encima de nuestras fuerzas(3), y a poner nuestra seguridad en Él, en la filiación divina, en el abandono pleno en sus brazos fuertes de padre. Él conoce bien nuestras fuerzas y no nos pedirá nunca más de lo que podamos dar. La enfermedad, o cualquier desgracia, es buena ocasión para llevar a la práctica el consejo de San Agustín: hacer todo lo que se pueda y pedir lo que no se puede(4), pues Él no manda cosas imposibles.

La gran prueba de amor que podemos dar es aceptar la enfermedad, y la misma muerte, entregando la vida como oblación y sacrificio por Cristo, para bien de todo su Cuerpo Místico, la Iglesia. Nuestras penas y dolores pierden su amargura cuando se elevan hasta el Cielo. Poenae sunt pennae, las penas son alas, dice una antigua expresión latina. Una enfermedad puede ser, en algunas ocasiones, alas que nos levanten hasta Dios. ¡Qué diferente es la enfermedad acogida con fe y humildad, aceptando de corazón la voluntad de Dios, de la que, por el contrario, se recibe con fe corta, malhumorados, resentidos o tristes!

III. ... Y estaba allí la Madre de Jesús (5). Con alegría vemos cómo a los santuarios de la Virgen se acercan personas de todo tipo y condición y se postran a los pies de Nuestra Señora. Quizá no se habrían acercado si no hubieran experimentado la debilidad, el dolor o la necesidad, propia o ajena.

Refiriéndose a la fiesta que hoy celebramos, se preguntaba el Papa Juan Pablo II por qué gentes tan diversas acuden a la gruta donde tuvieron lugar las apariciones, y respondía: “Porque saben que allí, como en Caná, “está la madre de Jesús”: y donde Ella está no puede faltar su Hijo. Esta es la certeza que mueve a las multitudes que cada año se vuelcan en Lourdes en busca de un alivio, de un consuelo, de una esperanza (...).

“La curación milagrosa, sin embargo, es, a pesar de todo, un acontecimiento excepcional. La potencia salvífica de Cristo, obtenida por la intercesión de su Madre, se revela en Lourdes sobre todo en el ámbito espiritual. En el corazón de los enfermos hace oír la voz del Hijo que desata prodigiosamente los entumecimientos de la acritud y de la rebelión, y restituye los ojos al alma para ver con una luz nueva el mundo, los demás, el propio destino”(6).

El Señor, a quien nos conduce siempre su Madre, amaba a los enfermos. San Pedro compendia su vida en estas pocas palabras: Jesús de Nazareth... pasó haciendo el bien y sanando...(7). Los Evangelios no se cansan de ponderar la misericordia del Maestro con quienes padecían en el alma o en el cuerpo. Gran parte de su ministerio aquí en la tierra lo dedicó a curar a los enfermos y a consolar a los afligidos. “Era sensible a todo sufrimiento humano, tanto del cuerpo como del alma”(8). Él es compasivo y espera de nuestra parte que pongamos los medios a nuestro alcance para salir de esa enfermedad o de ese agobio; y nunca permitirá pruebas por encima de nuestras fuerzas. En todo momento nos dará las gracias suficientes para que esas circunstancias dolorosas no nos separen de Él; por el contrario, deben acercarnos más y más y ayudarnos a llevar a otras personas a una mejora espiritual de sus vidas. Podemos pedir la curación o que se resuelvan los problemas que pesan sobre nosotros, pero, ante todo, debemos pedir ser dóciles a la gracia para que en esas circunstancias -en esas y no en otras sepamos crecer en fe, en esperanza y en caridad.

Nos aliviará las penas y sufrimientos el no pensar excesivamente en ellos, porque los hemos dejado en manos de Dios, y tampoco en las consecuencias futuras de los males que padecemos, pues aún no tenemos la gracia para sobrellevarlas... y quizá no se presenten. Bástele a cada día su propio afán(9). No olvidemos que “todos estamos llamados a sufrir, pero no todos en el mismo grado y de la misma manera; cada uno seguirá en esto su llamada, correspondiendo a ella generosamente. El sufrimiento, que desde el punto de vista humano es tan desagradable, se convierte en fuente de santificación y de apostolado, cuando lo aceptamos con amor y en unión con Jesús...”(10), corredimiendo con Él, sintiéndonos hijos de Dios, especialmente en esas circunstancias.

Acudamos en todo a María. Ella nos atenderá siempre. Nos alcanzará lo que pedimos, o nos conseguirá gracias mayores y más abundantes para que de los “males saquemos bienes; y de los grandes males, grandes bienes”. Y sea cual sea nuestra situación, experimentaremos siempre su consuelo. Consolatrix afflictorum, Salus infirmorum, Auxilium christianorum... ora pro eis... ora pro me.

Ven en ayuda de nuestra debilidad, Dios de misericordia, y haz que, al recordar hoy a la Inmaculada Madre de tu Hijo, por su intercesión nos veamos libres de nuestras culpas(11).

1 Liturgia de las Horas, Segunda lectura del Oficio, Carta de Santa María Bernarda Soubirous al padre Godrand, año 1861. — 2 Is 66, 10-14. — 3 Cfr. 1 Cor 10, 13. — 4 Cfr. San Agustín, Tratado de la naturaleza y de la gracia, 43, 5. — 5 Cfr. Jn 2, 1. — 6 Juan Pablo II, Homilía 11-II-1980. — 7 Hech 10, 38. — 8 Juan Pablo II, Carta Apost. Salvifici doloris, 11-II-1984, 16. — 9 Mt 6, 34. — 10 A. Tanquerey, La divinización del sufrimiento, Rialp, Madrid 1955, p. 240. — 11 Liturgia de las Horas, Oración conclusiva de laudes.

* En el año 1858, la Inmaculada Virgen María se apareció dieciocho veces a la niña Bernadette Soubirous en una gruta cercana a Lourdes. La primera aparición tuvo lugar el 11 de febrero. Por medio de esta niña, la Virgen llama a los pecadores a la conversión y a un mayor espíritu de oración y caridad, principalmente con los más necesitados. Recomienda el rezo del Santo Rosario, oración con la que acudimos a nuestra Madre como hijos pequeños y necesitados. León XIII aprobó esta festividad y Pío X la extendió a toda la Iglesia. Bernadette fue beatificada y canonizada por Pío XI en 1925.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Una misa por tus amigos.


Misas por nuestros amigos
Autor: Lucrecia Rego de Planas | Fuente: Catholic.net

Un regalo inigualable para el día de la amistad: una misa por tus amigos.

En este mes de Febrero, mes en el que en muchos países se celebra el amor y la amistad, Catholic.net ha solicitado a varios sacerdotes alrededor del mundo que celebren la Eucaristía por nuestros amigos el 14 de Febrero, para que Dios nos ayude a conservar y hacer crecer esa amistad.

Sin duda alguna, la Eucaristía es la mayor muestra de amor que puede existir. Es una muestra de Amor infinito, Dios que se entrega por amor al hombre. Así mismo, es fuente de gracias infinitas para los que participan en ella.

¿Qué mayor muestra de amor les puedes regalar a tus amigos, que una misa celebrada por ellos?

No tienes que pagar nada, pues las misas han sido donadas por los sacerdotes y es un servicio totalmente gratuito.

Pero también puedes enviar a tus amigos como regalo del Día de la Amistad, un certificado de la misa que se celebrará por ellos, como muestra palpable del cariño que les tienes. El costo del certificado es de $5 usd.

Ellos te lo agradecerán enormemente y Catholic.net también, pues estarás dando un regalo muy valioso a tus amigos y a la vez, nos estarás ayudando con tu granito de arena a poder continuar con nuestro servicio a la Iglesia.

Para regalar una misa a tus amigos más queridos, sólo tienes que llenar el formato que encontrarás en: http://es.catholic.net/amoryamistad y, de manera automática, sus nombres serán incluidos en las Celebraciones Eucarísticas que se llevarán a cabo con esta intención.

Si usted es sacerdote y quiere ayudarnos celebrando una misa adicional por esta intención, también encontrará en: http://es.catholic.net/amoryamistad un botón para hacérnelos saber.

Que Dios los llene de bendiciones

Lucrecia Rego de Planas
Dirección
Catholic.net

Los retos del 2010


Los retos del 2010

Benedicto XVI nos presenta las principales problemáticas que, como
humanidad, enfrentaremos en este año
Por Omar Árcega E.

El 11 de enero Benedicto XVI pronunció un discurso ante el cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede. Allí realizó un recuento de los retos que, como humanidad, debemos afrontar en el 2010, problemáticas de las cuales depende un futuro óptimo, justo y equitativo.

1. Existe una resistencia a la protección del medio ambiente debido a cuestiones económicas y políticas. Esto quedó evidente en la fallida cumbre de Copenhague.
Quedan las cumbres de Bonn y México; allí se tendrá que librar una batalla.
2. En este año aún debemos afrontar la crisis económica que paralizó al mundo. No debemos olvidar que es fruto de una «mentalidad egoísta y materialista». Esto lleva a primar el afán de poseer convirtiendo a mi prójimo en herramienta de riqueza, y a una depredación de la naturaleza como medio para lograr fines monetarios.
3. El respeto a la persona humana es uno de los grandes retos, pues se pretende imponer una ideología que vulnera el derecho a la vida de los no nacidos. Una auténtica cultura de los derechos humanos respeta a la vida desde la concepción hasta su muerte natural. Únicamente así estaremos construyendo un mundo justo.
4. Gestión correcta de los recursos naturales, especialmente en los países subdesarrollados. Sólo esto garantizará un desarrollo económico sustentable.
5. El contrabando de drogas debe ser combatido eliminando las causas de pobreza que lanza a miles a esta criminal actividad.
6. Ha vuelto una feroz carrera armamentista entre naciones. Esto ocasiona que millonarios recursos sean desviados para compra de armas, olvidando temas como salud, educación y apoyos sociales. Muy cercano a este tema está el tráfico de armas que incentiva guerras fratricidas.
7. El número de refugiados debido a causas climáticas o de violencia aumenta. Esto repercute en la calidad de vida. Frente a estos éxodos las autoridades deben «trabajar con justicia, solidaridad y clarividencia».
8. Existe en países occidentales un desprecio a la religión y, sobre todo, a la cristiana.
Se promueve un laicismo excluyente y agresivo. Frente a esto se debe «definir una laicidad positiva fundada en la justa autonomía del orden temporal y espiritual», en donde se favorezca el «espíritu de responsabilidad compartida».
9. Existe un ataque contra el fundamento biológico de la diferencia entre los sexos.
En diversos puntos del orbe se promueven las uniones entre personas del mismo sexo.
Esto atenta contra las instituciones del matrimonio y la familia, fundamentos de toda sociedad.
10.- La humanidad enfrenta una incultura de la solidaridad y el diálogo. Esto repercute en violencia entre países, en conflictos sociales convertidos en ríos de sangre, en indiferencia ante las desgracias colectivas.


24 de enero de 2010, Año 14, No. 759
El Observador

martes, 9 de febrero de 2010

Pescador de hombres


Evangelio del domingo: Pescadores de hombres
Por el padre Pedro García, misionero claretiano

ROMA, viernes 5 de febrero de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos la meditación que ha escrito el padre Pedro García, misionero claretiano, conocido evangelizador en América Central, sobre el Evangelio de este domingo (San Lucas 5,1-11), quinto del Tiempo Ordinario.

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Pocas escenas del Evangelio serán hoy tan leídas, comentadas, cantadas o pintadas como aquélla de las orillas del lago. Porque es mucho lo que inspira. Ahí tenemos la incansable canción: Tú has venido a la orilla... Lucas nos cuenta el hecho con pinceladas maestras.
Jesús, ante la imposibilidad de hablar a la gente que se le agolpa alrededor, tiene que subirse a la barca, para adoctrinar desde allí a la multitud. Y acabada la instrucción de la turba, le pide a Pedro:
- Tira con la barca mar adentro, y echa las redes para pescar.
Pedro y sus compañeros conocen muy bien el lago, y saben que es inútil querer pescar hoy. Por eso, le responde a Jesús:
- Maestro, nos hemos pasado la noche tratando de pescar algo y ha sido inútil. Hoy no cae nada. Pero, fiado en tu palabra, voy a lanzar las redes.
Las hunden en el agua, y los pescadores empiezan al cabo de poco a hacer esfuerzos enormes para mantenerlas y sacarlas a flote, pues se rompen casi con tanto peso. Tan cargadas están, que gritan a los compañeros de la otra barca:
- ¡Eh, Santiago! ¡Eh, Juan!... ¡Venid a echarnos una mano, que no podemos con tantos peces como han caído!
Llenan las dos barcas a más no poder, de modo que casi se hunden, y con esfuerzo llegan sanos y salvos hasta la orilla. Son gentes del lago, que conocen su oficio, y no salen de su asombro. Jesús les sonríe satisfecho, y les anima y les promete:
- ¡Venga! ¡No tengáis miedo! Desde hoy vais a ser pescadores de hombres. ¡Veníos conmigo!
Ellos dejan las redes. Santiago y Juan se despiden de su padre y de los jornaleros. Y sin pensárselo más, se lanzan en seguimiento de Jesús, lo mismo que Pedro y Andrés, para no abandonarlo ya nunca. Serán los apóstoles más fieles y los más queridos de Jesús.
Hay un detalle que Lucas cuida muy bien de recalcar: la barca es de Pedro, los otros son llamados a aliviar la barca de Pedro con la misma pesca, y seguirán el mismo llamamiento que Jesús dirige ante todo a Pedro:
- Tú serás pescador de hombres.
No ver en esto la intención de Lucas en recalcar el primado de Pedro, y de su sucesor el Papa, es querer cerrarse voluntariamente los ojos.
Jesús nos habla aquí más con gestos que con palabras. Usa un lenguaje que todos entendemos.
¡Lo que son nuestros pastores!
¡Y lo que somos los que oímos la palabra de Jesús, y le seguimos!
¡Y cómo echamos las redes, cuando trabajamos por los demás!
¡Y los incontables hermanos que ganamos para Cristo!...
La misión de pescar compromete, por llamamiento expreso del Señor, a los Pastores de la Iglesia, al Papa, Obispos y Sacerdotes, a los misioneros y misioneras que llevan el Evangelio a todas partes...
¿Y a nosotros, laicos? ¿Qué nos toca a nosotros? ¿Estamos los seglares privados, por nuestra condición de laicos, de la gloria misionera de la Iglesia?... ¡Oh, no, mil veces no!...
Nosotros estamos llamados a ser, podemos ser, y lo somos si queremos, apóstoles de primera calidad. En nuestro puesto. Sin movernos de nuestra casa y sin dejar una sola de nuestras obligaciones.
Por fortuna, hoy se ha despertado muy viva entre nosotros la conciencia de que Jesucristo nos llama a todos los bautizados a responsabilizarnos de la Iglesia, cada uno en su puesto.
Somos conscientes de que la salvación de los hombres, realizada y merecida por Jesucristo con su sacrificio redentor en la cruz, depende en su aplicación de nosotros, los bautizados, que prestamos nuestra colaboración a Jesucristo el Señor. Para ello, aunque tengamos iniciativa propia, nos ponemos a disposición de los Pastores de la Iglesia, desde el Papa hasta nuestro Párroco, para trabajar con seguridad plena, todos unidos, en la obra del Salvador.
Jesucristo llama voluntarios, y hoy los encuentra abundantes en su Iglesia.
Lo que importa es que sintamos celo abrasador por la salvación de los hermanos que nos necesitan.
Un celo como el de aquel gran Obispo del Gran Norte del Canadá. Cuando contemplaba la vida durísima que llevaban los mercaderes de pieles, exclamaba enardecido y triste a la vez:
- ¡Ah! En el inmenso país que me está encomendado, ni una sola cola de lobo se pierde. ¿Y habrían de perecer, cada día, almas que costaron la sangre de Jesucristo?... ¿Dudaría yo en sacrificarme?... ¡De ninguna manera!. (Mons. Grandin, en el Gran Norte del Canadá)
Somos pescadores de hombres y apóstoles cuando no nos negamos a trabajar por el Reino, por la Iglesia, allí donde estamos.
Y, si no llegamos a más, nuestra generosidad y nuestra oración son los instrumentos más fuertes de un apostolado callado, pero fecundísimo. El Papa Pío XI, llamado el Papa de las Misiones, decía con frase que se ha hecho famosa:
- No nos es posible ir a hablar de Dios a todos los hombres. Pero podemos hablar de todos los hombres a Dios.
Jesucristo llama voluntarios. Y nosotros sabemos contestarle que sí. Que cuente con nosotros. Que soñamos en una pesca inmensa. Que se sienta orgulloso de los que queremos hacer algo por El...